Una inmigrante africana y su pequeño hijo esperan en una ambulancia, tras ser rescatados en las costas de Tarifa. Foto: AFP
La historia de la pequeña Fátima conmovió esta semana a los españoles: se trata de un bebé de diez meses que viajó en una barca de plástico, sin su familia y junto a otros ocho inmigrantes, desde Marruecos hasta la costa sur de España, donde pretendían entrar de forma irregular. Estaba empapada, temblaba de frío y tenía unas décimas de fiebre cuando los voluntarios de la Cruz Roja la atendieron. Al no conocer su nombre la bautizaron como “Princesa” y con este apodo saltó a los principales medios del país.
“Yo fui la afortunada en sacarla (de la barca). La tomé en brazos y cuando salieron todos (los inmigrantes), nos dimos cuenta de que venía sola”, dijo una de las voluntarias de la ONG a los micrófonos del canal español Antena 3. Según informaron los medios, sus padres tenían previsto cruzar con ella los 14 kilómetros que separan Marruecos de España, pero un enfrentamiento con la policía marroquí les impidió subir en el último momento.
Las autoridades españolas los han localizado y esperan reunirles pronto con su hija, que se encuentra ya en España con una familia de acogida. Fátima no es la primera menor que entró a España en los últimos días a bordo de una barca de juguete.
Entre los más de 1 200 “sin papeles” que arribaron al país, se detectaron al menos 48 niños de menos de seis años, según informan los medios. Las embarcaciones hinchables con las que los niños españoles juegan en la playa o en la piscina se convierten para ellos en un medio de transporte hacia Europa y hacia la búsqueda de un futuro mejor, en algunas ocasiones solos y en otras con sus familias. Son la prioridad de las autoridades españolas en caso de una “oleada” de inmigrantes como la que ha tenido lugar estos días -la mayor del último año- y todos ellos fueron ya ubicados en centros de menores y familias de acogida junto a sus madres.
Mientras tanto, medio millar de adultos permanece todavía en las canchas de dos poliderportivos de la localidad de Tarifa, en la provincia de Cádiz, a la espera de ser identificados y reubicados en los centros de internamiento de extranjeros (CIE) que existen en España o en pisos tutelados de distintas ONG.
Duermen sobre el suelo y Cruz Roja les facilita ropa y comida. También algunos vecinos de la zona se acercan para ayudarles. “Me han dicho que podía traer galletas y he venido a echar una mano”, dijo a los micrófonos de la televisión pública española una mujer de la localidad. “Aquí la gente ya está acostumbrada a esto y se vuelca”, apostilló otra.
Entre los inmigrantes llegados al Puerto de Tarifa, había también varias mujeres embarazadas. Una de ellas, procedente de Costa de Marfil, dio a luz a una niña en un hospital cercano tan solo unas horas después de la travesía en la barca hinchable, tras romper aguas cuando fue rescatada.