Olga Imbaquingo,
Corresponsal en Nueva York
Se llamaba Farik y era de Egipto. Nunca cruzaba ni un hola con sus vecinos. Su adicción al cigarrillo y su nacionalidad lo ponían en la percha de los indeseables en el piso del edificio donde vivía en Queens.A los vecinos no les interesaba hacer amistad con él. Solo entre ellos se lamentaban que el pasillo huele a cigarrillo. “Ese árabe fumón, quien sabe si hasta es terrorista”, comentaba el vecindario cuando se encontraba en el ascensor. Un día Farik se fue. “¡Qué alivio!”, dijeron el administrador del edificio y los vecinos. ¿Alivio porque el pasillo ya no olerá más a humo de cigarrillo o porque se fue un ‘terrorista’?, lo cierto es que ser árabe, aunque no sea musulmán, no es fácil en Estados Unidos después del 11 de septiembre del 2001.
“Es un terrorista iraní”, se llenaba la boca sin empacho la inquilina de una casa cuyo dueño nació en Irán. “No es terrorista, es la ignorancia la que construye estereotipos y los ha puesto como cintillo en la frente el estigma de sospechosos”, dice Aisha Al-Adawiya, presidenta del Comité de Abogadas Musulmanas, para quien incluso la gente educada cree que ser árabe es ser musulmán, desconociendo que un buen porcentaje de ellos es cristiano, de otras religiones y hasta ateos.
Pero lo que desde hace nueve años ha sido una historia de aguantar que las miradas de desconfianza apunten a ellos y atestiguar el desdén de la prensa para escuchar sus voces, en este 11 de septiembre muchos árabes dijeron ¡Basta!
Las intenciones de construir un centro islámico y una mezquita a dos cuadras de donde estaban las Torres Gemelas, derribadas por dos aviones piloteados por musulmanes extremistas; y, la amenaza de un pastor evangélico de quemar el Corán, volvieron a poner a este grupo en el centro de una profunda división política y religiosa en Estados Unidos.
Nueve años y las heridas no han cicatrizado, mas los musulmanes parece que ya no quieren quedarse en casa viendo cómo se debate sobre su cultura y religión sin su presencia. La primera marcha masiva de musulmanes que viven en Nueva York se realizó el sábado 11 de septiembre, día que coincidió con el aniversario de los ataques terroristas.
“El Islam no atacó a Nueva York, todo comenzó en Afganistán”, pintaron en sus carteles. Los niños portaban pancartas pidiendo paz y el fin de la guerra. “Fue el miedo, los atentados nos encontraron desprevenidos”, dice Ali Dahbrli, para explicar el porqué han demorado tanto tiempo para dejar escuchar su voz en las calles. Para este yemenita que llegó a Estados Unidos hace 40 años, la desorganización fue otro factor que los replegó. “Ahora ya estamos cansados de que todo el tiempo nos señalen como los terroristas”, indica.
Por alguna parte se empieza, los musulmanes del estado de Minesota tienen su primer congresista, Keith Ellison. Hasta la vigilia por la libertad de credo que organizó la Asociación de Vecinos de Nueva York llegó a honrar a las víctimas del 11 de septiembre.
“Esto es Estados Unidos y los musulmanes somos parte de la nación, no podemos estar separados por la religión. Aquí hay suficiente espacio para judíos y cristianos, para iglesias y sinagogas, para republicanos y demócratas, también tiene que haber para musulmanes y mezquitas”, fue el pedido de Ellison, un convencido de que la fotografía del país sin los musulmanes no es completa.