A Joe Arpaio le gusta hacerse llamar el policía más duro de Estados Unidos. Pero para The New York Times es el peor de los policías.“Es un agresivo, adicto al poder y a la publicidad. Es una amenaza pública con una larga trayectoria y bien documentada de abusos a los prisioneros, injustificados arrestos, racista e inepto”, escribió el medio de comunicación impreso en un editorial del 2008.
Cuando comenzó como sheriff en 1992, la población carcelaria a su cargo era de 4 800, hoy es de más de 10 000. Unos USD 40 millones se han pagado en indemnizaciones a las familias de los presos ultrajados por las políticas carcelarias de Joe Arpaio.
Bajo su custodia 117 personas han muerto por la falta de atención médica a tiempo o por exceso de violencia.
Este hombre es el terror de los indocumentados.
“Los mexicanos son todos muy sucios, endiabladamente sucios” es una frase que acostumbra a decir como una defensa a sus duras prácticas de acoso racial que aplica en el Condado de Maricopa, en el estado de Arizona.
A Arpaio se le olvida que los descendientes británicos e irlandeses en Massachussets a sus padres, una pareja de inmigrantes italianos, también los estereotipaban como sucios y mafiosos.
Este sheriff que parece tener el don de la omnipresencia viste a sus presos con trajes de rayas y calzoncillos y medias rosadas.
Los alimenta dos veces al día a un costo de 15 centavos por ración y los mantiene bajo carpas en pleno desierto “para quitarles la dignidad de seres humanos”, dicen sus adversarios; “para ahorrar costos”, dice él.
Los jueces en dos ocasiones han determinado que las cárceles controladas por el sheriff Arpaio violan los derechos constitucionales de los presos. Pero esas acciones legales y los clamores de inmigrantes no le han hecho cambiar de actitud. “No me pida ir allá, porque allá está el diablo”, dice Ligia Marcial, con su voz quebrándose del miedo. ¿Quién es el diablo?: “el Arpaio”, responde esta mujer mexicana apuntando a los autos negros de la policía que están estacionados junto al capitolio. El sheriff Arpaio a fuerza de bofetadas verbales y acciones que hace quedar mal a la Ley y la Constitución personifica el pánico entre los inmigrantes.
“Cada vez que veo al sheriff pavonear su figura en un barrio hispano, arrestando a gente cuyo grave delito es tener piel trigueña, me pregunto cómo no es posible ver que esto es un asalto a la raza humana”, escribió la columnista Jana Bommersbach.“Quiero hacer de este lugar el infierno, tanto que pensarán mucho antes de hacer algo que los traiga de regreso aquí”, dice Arpaio cuando se refiere a la cárcel bajo las carpas con temperaturas que en el día llegan a 45 grados y en las noches baja a menos de 10.
Si una organización defensora de derechos humanos como Amnistía Internacional, el Consejo Ecuménico o los rabinos judíos protestan, la contrarréplica es como una pedrada: “en Iraq nuestros soldados están bajo carpas en una temperatura de 50 grados y ellos no cometen crímenes, así que mejor cierren el pico”.
Gracias a su incesante discurso de que todos los males que sufren su estado y el país es culpa de los inmigrantes, Arpaio logró levantar una plataforma política que le ha permitido su reelección como sheriff cinco veces consecutivas.A este católico practicante, quien no pudo conocer a su madre porque murió durante el parto, hasta quienes se sienten víctimas de su poder arrollador (controla 3 000 policías) le rezan una plegaria y le piden que la Virgen de Guadalupe le devuelva la memoria de los tiempos en que era el hijo del verdulero italiano que también sufría discriminación.
Su poder es sobredimensionado por tres razones: primero porque al ser su cargo de elección popular no le rinde cuentas a nadie, maneja suficiente dinero sin control y por último es un experto en levantar olas noticiosas con los titulares de primera plana.
De formación castrense y jerárquica, Arpaio fue moldeando el concepto de poder desde los 18 años cuando se enroló en las Fuerzas Armadas, más tarde fue policía en Washington DC, luego agente de la DEA por 25 años en Turquía y México.
El sheriff es racista, fascista y el Hitler para los inmigrantes. La víctima y el salvador para quienes lo defienden y para él mismo el “policía que no se arrepiente de nada en la vida, excepto no haberme candidatizado para gobernador hace unos años. Quizá eso me habría dado la oportunidad de llegar a ser Presidente”.