A Johnny Barrios, uno de los 33 mineros rescatados de la mina San José, le preocupaba el inminente rescate. Había una razón: en la superficie debía encarar a esposa y amante. La noticia de que la primera no iba, le dio tranquilidad.
Sus amigos y los rescatistas comentaban que él quería ser el último en salir del yacimiento, argumentando que era el encargado de la sanidad del grupo y que debía cuidar a sus compañeros. Pero ello no ocurrió. Ayer ya estuvo en la superficie y su amante, Susana Valenzuela, lo esperaba.
Hace una semana, hubo un incidente entre las dos mujeres. “Él me quiere a mí”, gritó Valenzuela a los medios y a los integrantes de las fuerzas de orden. “Esa mujer no tiene legitimidad”, bramó la esposa, pensando en el agravio y en las ofrecidas indemnizaciones en litigio tras el derrumbe del 5 de agosto.
La historia de Barrios, de 50 años, fue una de las crónicas labradas en los abismos de la tierra por un grupo humano en el que emergieron maratonistas, poetas, futbolistas y animadores. Barrios no fue el único infiel sorprendido. Fue una de las historias que tuvo mayor cobertura por parte de periodistas y medios locales y extranjeros.
Otros cuatro mineros supieron de los encuentros en la bocamina entre esposas, amantes e hijos desconocidos. Pero no todo fue tragedia. Édison Peña, un amante del deporte, cada día corría en las oscuridades del yacimiento, 10 kilómetros y hacía 500 abdominales, para mantener su moral en alto.
“No esperaba acostado a que me salvaran. A veces, mientras otros dormían yo salía por segunda vez a correr en el día. Quizás por ansiedad de salir”, escribió en una carta a su familia.
Otros descargaban las tensiones escribiendo en papeles y cuadernos enviados, como Víctor Segovia. “Quiere hacer un libro con todo lo sucedido”, relató su hermana, Silvia. También estaban los que encontraron la poesía, como Víctor Zamora, quien escribió poemas y cartas de amor a su esposa embarazada, Jéssica Segovia.
“Es como un noviazgo”, festejó ella. Más extrovertido, el electricista Mario Sepúlveda hizo de animador de los videos que grababan para la superficie, sin saber quizás que los canales de televisión planeaban invitarlo para entrevistas.
Pero la mayoría solo esperaba el reencuentro con sus familias. A la postre, un sinfín de vericuetos para hombres que estuvieron al borde de la muerte.