La arremetida de las guerrillas de las FARC y del ELN ha estropeado el inicio de la gestión del presidente Juan Manuel Santos, quien anteayer cumplió su primer mes como inquilino de la Casa de Nariño con una aceptación del 64%.
La escalada de violencia, que segó al menos 46 vidas de miembros de la Fuerza Pública y de rebeldes, obligó a Santos a replantear su posición frente a un posible diálogo con estas organizaciones subversivas.
El viernes pasado, el Gobierno cerró definitivamente las puertas a toda posibilidad de tratativas con el grupo fundado por ‘Manuel Marulanda’ o ‘Tirofijo’. Lo hizo luego del ataque que el frente 15 de las FARC perpetrara el miércoles 1 de septiembre en la población de El Doncello, en el departamento de Caquetá. La ofensiva ocasionó la muerte de 14 policías y dejó heridos a otros cinco. Testigos revelaron que los rebeldes remataron a los gendarmes con tiros de gracia y posteriormente los incineraron, lo que constituye otro síntoma de la degradación del conflicto interno que vive Colombia durante más de cuatro décadas.
La más reciente de las incursiones de los rebeldes se dio en una zona rural del municipio de Samaniego, en el sector de Balalaika, en el sureño departamento de Nariño, en la zona fronteriza con Ecuador. Allí fueron acribillados seis policías. Santos había anunciado tres exigencias a las guerrillas para acudir a la mesa de negociaciones: el cese de ataques y hostilidades, la liberación de los secuestrados y el anuncio público de que depongan las armas. Pero ninguna de esas condiciones fue observada por los armados.
¿Qué persiguen las guerrillas con la oleada de ataques? Gabriel Misas, director del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (Iepri) de la Universidad Nacional de Colombia, tiene una respuesta. Sostiene que la violencia es la respuesta de los grupos armados a los golpes que han sufrido por parte de las fuerzas militares, en particular durante el período que Santos estuvo al mando del Ministerio de Defensa. Uno de esos reveses fue precisamente la incursión en Angostura, Ecuador, el 1 de marzo del 2008, que acabó con Raúl Reyes, entonces número 2 de las FARC.
En la ofensiva de las FARC, el experto del Iepri descubre otro elemento: el cambio de táctica que en la práctica, dice, “han pasado a librar una guerra de guerrillas”.
La estrategia rebelde implica ahora el empleo de pequeños grupos de rebeldes, “no más de tres y que incluye a un francotirador y la siembra de minas”, para atacar a policías y soldados.
En ese escenario, el poderío aéreo de las fuerzas militares, que ha sido la clave para desgastar a las guerrillas, pierde su efecto, señala Misas. Por eso, “es preciso contar con una mayor inteligencia militar”.
En medio de la arremetida guerrillera, el ministro colombiano de Defensa, Rodrigo Rivera, adelantó que la Casa de Nariño afina un expediente con las “atrocidades” perpetradas por las izquierdistas FARC y el ELN (Ejército de Liberación), que serán la base de una denuncia que se llevará ante organismos internacionales.
Miles de muertos sin identificar
Además de la ola de ataques contra la Fuerza Pública, el Gobierno colombiano debe capear el temporal de un espinoso caso cuyas repercusiones aumentan.
En 240 de los 1 102 municipios que tiene Colombia continúan los hallazgos de cuerpos sin identificar (NN) de víctimas del conflicto que azota a este país.
Y las cifras de los cadáveres encontrados varían según las fuentes. Así, Luis González, jefe de la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía colombiana, reveló a la cadena RCN que hasta el momento se han detectado 6 782 casos de NN. Ese número, no obstante, se refiere a una tercera parte del país. Los NN localizados pertenecen a víctimas de la violencia en los años ochenta, noventa y también del 2000, dijo González.
La mayoría fue hallada en el departamento de Antioquia, en el noroccidente del país. Pero la senadora opositora Piedad Córdoba tiene otros datos. La política del Partido Liberal, quien ha dicho que las “cifras de NN son espeluznantes”, habla de al menos 10 000 casos, solo en 300 municipios. Y adelantó que pudieran alcanzar los 20 000 ó 30 000.