De la Corresponsal en Madrid
No es la primera vez. Han sido 10. Y la última ocasión en que ETA (Euskadi Ta Askatasuna. En castellano: ‘Tierra vasca y libertad’) anunció una tregua, poco después asesinó a dos ecuatorianos en un atentado.
Fue el 30 de diciembre de 2006, en el aeropuerto de Barajas. Por ello, una inmensa mayoría de la sociedad española ya no les cree.
El anuncio del grupo radical, grabado en video por los terroristas y difundido por la cadena inglesa BBC, de “no llevar a cabo acciones armadas ofensivas” fue recibido en España con incredulidad, apatía y desprecio.
“Detrás del comunicado hay, sobre todo, debilidad”, dice el periodista vasco José María Calleja, amenazado de muerte por ETA y con protección policial desde 1995.
“Sus anuncios siempre han tenido una precisión casi matemática, con fechas y datos. Esta vez hay confusión, inseguridad y miedo”, asegura. Ve un comunicado frágil y quebradizo, una especie de testamento.
“Están reconociendo su derrota, pero los terroristas son muy narcisistas y no lo van a decir explícitamente”, cree el informador.
Este miedo que percibe Calleja responde a los constantes golpes policiales contra la banda. Desde el 2000 se ha detenido a 22 jefes políticos, militares y logísticos. La efectividad de las fuerzas de seguridad españolas ha logrado cerrar el cerco a los violentos, les ha perseguido y aislado.
Y les ha capturado, en algunos casos, cuando llevaban semanas o meses en la dirección. Aparte de ese evidente desgaste, si en algo coinciden políticos de todas las tendencias es en que el giro del discurso etarra es táctico.
ETA –dicen- no tiene voluntad real de acabar la violencia y busca algo menos ambiguo que su comunicado: llegar a las urnas. Difícil de creer o no, la agrupación terrorista, que ha asesinado a 829 personas en 42 años, tiene un brazo político, Batasuna, ilegalizada en el 2002. ETA buscaría su legalización y participación en las elecciones municipales de mayo del 2011. “No hay ninguna credibilidad’ A la semana de acabadas las elecciones municipales de 2007, ETA anunció el cese de la tregua”, sostiene Óscar Seco, diputado por Vizcaya (País Vasco) en el Congreso .
“Ahora estamos en vísperas de una campaña electoral. Apuesto a que romperán esta tregua en junio del 2011, después de las municipales”.
Por ello, no sorprendió a nadie que a día seguido del comunicado, los dirigentes de Batasuna pidieran al Gobierno que se les legalizara, abogando por un “paso” hacia unos “mínimos democráticos”. El Ejecutivo ignoró el pedido, recordándole a Batasuna que antes debe hablar con ETA.
El adjetivo más común entre los líderes políticos, incluido el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, para calificar el manifiesto etarra ha sido “insuficiente”. “Los terroristas dicen: ‘voy a dejar de matar un rato’. No, no, usted deje de matar para siempre y déjeme en paz” es lo que dice la gente”, puntualiza Calleja. Por ello, hay indiferencia, apatía, desprecio generalizado. Ha pasado una semana desde que tres encapuchados hablaran del cese ofensivo y no hay medio de comunicación que los haya vuelto a mencionar, tampoco en las calles ni en los bares. “Es la consecuencia del aburrimiento que provocan en la gente’ La gente está harta, solo quiere que acaben para siempre con la violencia”, explica Calleja.
Para Ramón Jáuregui, secretario de los socialistas en el Parlamento Europeo, la debilidad de la banda ha hecho que “afortunadamente” deje de ser una preocupación mayoritaria para los españoles.
“En pocas horas lo que era un intento de golpe de efecto quedó despreciado en los medios de comunicación”. Por ello Jáuregui ve el futuro con cierto optimismo. “Yo diría que la democracia ha derrotado al terrorismo”. Hace 30 años ETA mataba mucho, llegó a segar la vida de 100 personas por año. Ahora, ha pasado un año sin asesinar. El eurodiputado atribuye ese agotamiento a varias causas.
Una acción policial efectiva con el apoyo de la policía francesa -“el santuario francés para ETA terminó hace años”-. La decisión de ilegalizar a Batasuna, la ratificación de esa ilegalidad por el Tribunal de Estrasburgo, el decaimiento del apoyo social a las tesis independentistas, el reconocimiento internacional de “la intransigencia, fanatismo y locura de esta gente” y la unidad de los partidos políticos frente a la lucha antiterrorista.