Néstor Carlos Kirchner se ufanaba de no haber conocido Europa. Apenas unos pocos viajes al extranjero. Brasil y Miami habían sido sus mayores alejamientos de su pequeño Río Gallegos, en la sureña provincia de Santa Cruz, donde nació el 25 de febrero de 1950. En Argentina, a muchos, sorprendió que Rafael Correa lo postulara para Secretario General de la Unión Suramericana de Naciones (Unasur), en el 2008. Ese cargo finalmente lo consiguió el 4 de mayo pasado, cuando desde Uruguay se levantó el veto de Tabaré Vázquez por el conflicto de la pasta de celulosa en el Río Uruguay y que terminó con una sentencia de la Corte de La Haya.Kirchner había dicho que el corte del puente que une los dos países era “una causa nacional”. No eran, precisamente, las relaciones internacionales su fuerte cuando gobernó Argentina entre el 2003 y el 2007. De hecho, Cristina Fernández, su esposa y senadora por esos años, llevaba adelante la agenda internacional, viajaba por el mundo en nombre del gobierno. A Néstor Kirchner no le interesaba mayormente. Consideraba las cumbres como una pérdida de tiempo, en los que se habla mucho y se hace poco. No iba, y si iba, saldría antes de tiempo. Incluso hacía esperar por horas a algunos altos funcionarios internacionales. Varios se iban sin ser atendidos, molestos por los desplantes. Esa era su costumbre. “Por eso -dice Florencia Deich, del Centro Argentino de Estudios Internacionales- parte de la campaña presidencial de su esposa era la reinserción de Argentina en el mundo”. Cristina, en cambio, siempre llega tarde y han sido varias veces las que se ha hecho esperar para la foto oficial. El nombramiento de Kirchner fue recibido en el oficialismo como algo por el cual Argentina debe sentirse orgullosa. Pero en la oposición, no. La Coalición Cívica propuso que se repudiara su designación, algo que no fue aceptado en la reunión de la Comisión de Relaciones Internacionales. Aunque los demás opositores tampoco accedieron a que se le diera el beneplácito. “Lejos de constituir un beneficio para nuestro país, la designación de Kirchner como autoridad máxima de la Unasur expondría a la Argentina a nuevas situaciones de desprestigio en el ámbito internacional y significaría un enorme paso atrás en la institucionalización de un bloque regional abierto, pluralista y democrático”, dice Fernando Iglesias. Su argumento se sustenta en que debe estar al frente del bloque alguien de perfil dialoguista, negociador, que busque consensos. Algo que no lo ha caracterizado a Kirchner en la política interna en donde la lógica es el encuentro de enemigos permanente: los medios, la iglesia, el campo, la oposición, todos ellos desestabilizadores. Sin embargo, Lula da Silva, el presidente brasileño, y a quien se le otorga la autoría de la Unasur, dijo que “Kirchner tiene experiencia, conoce el continente, las dificultades políticas e ideológicas que tenemos en el continente’ Por lo tanto, yo creo que él está apto 100% para ser un extraordinario Secretario General”, afirmó. Y sin ir más lejos, días antes de la cumbre, el uruguayo José Mujica sostenía que “alguien que supo prever la gran crisis internacional tiene méritos para el cargo”. La paradoja, sin embargo, es que quien lidera ahora la Unasur es de un país que oficialmente no ha ingresado todavía en el bloque. Aunque ya falte poco para ello: tiene media sanción en la Cámara de Senadores y en esta semana es probable que los diputados lo ratifiquen en el cargo.