Roxana Cazco,
Corresponsal en Madrid
Croquetas Jamón Jamón, papitas Perdita Durango, la Morcilla más fea del mundo y una tarta Antes que anochezca. No es azar que este bar-restaurante del centro de Madrid haya bautizado a sus platos con el nombre de películas protagonizadas o dirigidas por el clan Bardem. ‘La Bardemcilla’ es un negocio de Mónica Bardem (Madrid, 1963), la mediana de los tres hermanos con el apellido más famoso del cine español.Carlos y Javier tienen una pequeña participación en el local, al igual que la madre, Pilar Bardem, actriz de teatro y matriarca de la familia. Si hubiera palmarés, el león de oro gastronómico del lugar se lo llevaría Javier (Las Palmas, 1969), el pequeño de los tres. Porque son los platos con el título de sus filmes los más demandados en esta “taberna” –como le gusta llamarla su dueña– referente del ambiente madrileño.
Doce años en la escena gastronómica, una clientela fiel que va desde lo más bohemio de la cultura local hasta ministras, oficinistas y parados, una decoración donde abundan fotografías de Javier Bardem, Carlos, Pilar, Juan Antonio Bardem (su tío y director de ‘Muerte de un ciclista’, 1955), sobrinos y abuelos; rincones que evocan memoria y familia’ Todo esto hace de la Bardemcilla un sitio ineludible para quien se precie de conocer Madrid. Cuando el local abrió sus puertas, sus hermanos no eran conocidos, Pilar un poco, porque el teatro tampoco en España es un género de multitudes.
Con el tiempo, el bar de Mónica fue ganando fama de forma proporcional al éxito de Javier y Carlos, especialmente del primero. Cuando en el 2008 ganó el Oscar con ‘No es país para viejos’ los medios abarrotaron el restaurante. Mónica, que no pudo viajar a Los Ángeles por una operación de hernia, debió atender a todos y fue una de esas veces en las que el peso del apellido Bardem cayó entero sobre sus hombros; el resto de la familia estaba en EE.UU.
Y aunque se tienda a creer lo contrario, la popularidad de su familia no siempre le beneficia. “Cuando se posicionan en una lucha o un tema político, habrá mucha gente que les apoye y muchos otros que no, incluso que les deteste por ello. Con lo cual yo pierdo clientes. Yo soy hostelera, no me posiciono políticamente ni siquiera en el fútbol”, asegura esta temprana cocinera y amante de la hostelería, que nos recibe en una de las salas de la Bardemcilla.
A los 12 dio sus primeros pasos en los guisos. “Mi madre siempre estaba en el teatro y no podía hacer la cena a los niños”, relata. Se hizo camarera muy joven para pagarse las clases de teatro y cine, pero no le fue bien bajo las luces. “Encaucé mi vida aquí”, dice mientras mira emocionada las paredes dibujadas por ella misma. Ha decorado la totalidad del restaurante. Flores rojas con tallos largos y verdes adornan cada espacio y elemento de la taberna: los muros, los individuales, la carta. Una carta muy singular, grande y colorida.
Cada estancia demuestra una especie de culto a la saga Bardem. Hay fotos de sus famosos hermanos y madre por todas partes y carteles de sus películas; pero también rostros anónimos de amigos y familiares que no han alcanzado la fama mediática.
“La Bardemcilla es como una casa y como en todas las casas vamos acumulando los detalles, la hacemos día a día’ La decoración se hace con fotos de la familia”, explica su dueña.
Es tanto un lugar para tomarse una copa como para cenar. Caben 78 comensales y en la barra y mesitas aledañas unos cuantos más. Gonzalo, el cliente más antiguo, tiene su nombre pintado en un muro y un gancho clavado para el casco de su moto. “Es abogado, trabajaba en un despacho del edificio y bajaba todos los días a almorzar. Cuando la oficina se cambió a Legazpi (sur de Madrid) siguió viniendo”, relata Thor Villora, encargado del restaurante. Cree que la clave es el trato cercano con los clientes. “Les llamamos por su nombre y sabemos qué les gusta”, dice este ex camarero.
De lunes a miércoles el ambiente es más holgado y menos ruidoso. Desde el jueves está a tope y es bastante caótico. Alguien que acuda el sábado sin haber reservado para cenar, puede esperar hora y media, sin importar si es la Ministra de Cultura o el mismísimo Javier Bardem. “Si él viene tiene que esperar como todo el mundo, yo no tengo una mesa mágica, secreta escondida. Aquí se trata igual a todos”, aclara la orgullosa hermana.
Y esas visitas del reciente ganador de Cannes muchas veces las ha hecho acompañado de Robert de Niro, Sean Pean o John Malkovich. “La gente no se lo cree. Dicen: ‘Leche, cómo se parece a Sean Pean’, pero no creen que sea él y por eso no lo molestan”, cuenta entre risas Mónica Bardem.
Aún así, la madrileña destaca que la gente suele “comportarse muy bien” cuando un famoso o su hermano están en el local. “Como todo en la vida, depende de las formas en que la gente se acerque, si son bonitas y educadas eso no molesta”.
Las luces tenues y amarillas le dan un toque nostálgico y cálido. “Es entrañable y un poco caótico”, le define su propietaria. “Por las noches es ruidoso. Esto es una taberna, no es un restaurante cinco tenedores. Si hay silencio, malo. Cuanto más ruido hay en mi local más feliz estoy”, asegura.
Después de doce años sirviendo el menú de mediodía, desaparecerá este 15 de junio porque no compensaba. La crisis también ha afectado a este pequeño reducto de la ‘marcha’ (movida) madrileña. En esta nueva etapa se reforzarán las medias raciones y las tostas, para abaratar precios y aumentar el consumo. La especialidad de la casa son las raciones: croquetas de jamón, patatas cocidas con salsa picante, revuelto de huevo con morcilla, chorizo en vino blanco, callos, calamares…
“Todo el concepto de la Bardemcilla nació de preguntarme: ¿si fuese a un sitio cómo me gustaría la decoración, qué me gustaría comer, cuánto pagaría y cómo quisiera ser atendida?”, subraya la hermana mediana.
E insiste en que el apellido ayuda pero no lo es todo. “Si lo que pones en la mesa decepciona da igual como te apellides. El cliente no es tonto. Puede entrar por curiosidad una vez, pero volverá porque le ha gustado. Ni mis hermanos ni mi madre trabajan aquí”, enfatiza.
A Manuel Palomo, un pequeño empresario treintañero, lo que más le gusta de la Bardemcilla es “el ambiente”. “Es cálido, tanto las luces como la decoración. Además, está muy personalizado y es original. Todo está muy cuidado y tiene aires castizos e intelectuales. Me gusta sobre todo cuando está tranquilo, entre semana”.
Esa tranquilidad se altera cuando la visitante es Penélope Cruz. “Ella causa revuelo en todas partes porque es divina. La queremos mucho”, concluye Mónica.