El Challenger explotó hace 25 años

notitle

Marco Mierke DPA
Exactamente durante 58,788 segundos, el mundo estaba en orden para la NASA, que enviaba por vigésimo quinta vez en su historia a un transbordador al espacio. Igual para los padres de la maestra Christa McAuliffe, que miraban desde la tribuna del Centro Espacial Kennedy, en Cabo Cañaveral, cómo su hija se convertía en la primera civil que viajaba al espacio.
También para millones de personas frente a las pantallas de televisión, que querían presenciar el lanzamiento de una nave espacial. Entonces ocurrió la catástrofe. Hace 25 años, el 28 de enero de 1986, el transbordador Challenger despegó en su décimo vuelo.
Tras varios días de postergaciones por problemas con las computadoras, aparentemente todo funcionaba según lo planeado. “Los motores funcionan normalmente”, dijo Steve Nesbitt, del centro de control de vuelo en tierra, 45 segundos después del lanzamiento. “Máxima potencia”, informó el comandante Francis Scobee a tierra. Segundos después murió.
El transbordador explotó convirtiéndose en una gigantesca bola de fuego. Los siete tripulantes murieron. El mundo estaba conmocionado. Los acontecimientos ocurridos ese día soleado de enero de 1986 están registrados en un protocolo de la NASA con una precisión de milisegundos. Una pequeña llama se formó58, 788 segundos después del lanzamiento en uno de los cohetes de combustible sólido. Después, todo ocurrió muy rápido. Cinco segundos más tarde hubo fuego en el fondo del tanque, luego un infierno de llamas amarillentas y anaranjadas envolvió al transbordador. Después, el Challenger estalló en miles de fragmentos a 16 kilómetros de altura.
La causa de la tragedia quedó determinada rápidamente: las temperaturas inusualmente bajas para Florida en la noche previa al lanzamiento causaron una porosidad en los aros de goma que sellaban una junta entre los segmentos del cohete impulsor. Durante el despegue salieron gases calientes y una reacción en cadena se hizo inevitable. Los problemas en el sellado de las juntas era conocido desde hacía tiempo por la NASA, así como también sus posibles consecuencias.