Redacción Mundo,
AFP
Trenzas largas y polleras al aire, saltos desde las cuerdas y patadas forman parte del espectáculo de lucha libre que realizan sobre el ring las ‘cholitas luchadoras’. Benita y Ángela son la atracción central del catchascán (una variación del inglés ‘catch as can’, atrapa como puedas), un espectáculo de lucha que recorre los barrios populares de Bolivia. En él intrépidas mujeres, al igual que los hombres, se alinean para protagonizar la eterna dicotomía entre el bien y el mal.
Ellas llegaron al barrio El Tejar -en el norte de La Paz- donde las espera un ring y unos 200 asistentes que las siguen desde graderíos de cemento.
Un improvisado animador anuncia el ingreso de las luchadoras, que entran al campo al ritmo de la morenada, una música andina que copia a la saya, el baile de los esclavos africanos que llegaron a Bolivia.
Benita y Ángela visten polleras anchas de pliegues y sombreros tipo bombín. Benita es ruda y prefiere las patadas y los puñetazos, mientras que Ángela opta por los saltos, las llaves, y las tijeras (pies enroscados al cuello) para derribar a su oponente.
Tras 15 minutos de combate Ángela gana, sale aplaudida y decenas de niños la rodean para abrazarla.
Exhibe orgullosa una pequeña herida en la frente como para mostrar al público que la pelea es en serio.
El fenómeno de las peleas de las cholitas empezó hace casi ocho años cuando los luchadores, desesperados por atraer más público, decidieron subir a mujeres al ring.
“En el 2003 vi a mujeres de falda pelear en una calle de El Alto; me impresionó que la gente se agrupara pero nadie se animara a mediar. Ahí se me ocurrió la lucha de cholitas”, dice el promotor Nelson Calle.
El espectáculo se hizo tan popular que en El Alto y La Paz ya hay al menos ocho grupos de ‘cholitas luchadoras’, que presentan nombres tan sugestivos como ‘Juanita, la cariñosa’, ‘Elizabeth Rompecorazones’ o ‘Remedios, la misteriosa’.
Las luchadoras suelen ser amas de casa o comerciantes, explica Calle. Cada luchadora, dependiendo de su calidad técnica, cobra por espectáculo entre USD 14 y 28 , mientras que los espectadores pagan por cada boleto entre USD 1,4 y 2 .
La lucha libre o el catchascán llegó a fines de los 60, cuando películas mexicanas idolatraban a ‘El Santo’ o ‘Huracán Ramírez’.
Y herederas de ese fenómeno, la tradición la perpetúan mujeres como ‘Benita la Intocable’, que se hace odiar en el ring, pero que afuera se convierte en la gentil secretaria de una oficina privada de 29 años y que se llama Mariela Alvarenga.