El Partido de los Trabajadores (PT), la mayor formación de izquierda latinoamericana, volverá al poder con Luiz Inácio Lula da Silva, pero será solo una pieza más del complejo rompecabezas que deberá armar el Presidente electo de Brasil.
Lula ganó la segunda vuelta de las elecciones de este domingo 30 de octubre con una ajustadísima diferencia, menor a los dos puntos porcentuales con respecto al actual presidente, Jair Bolsonaro, líder de la ultraderecha que dejará el poder el próximo 1 de enero.
El Presidente electo encabezó un frente progresista formado por 10 partidos de izquierda y centroizquierda, que tuvo al PT como punta de lanza, pero al que después de la primera vuelta del 2 de octubre se unieron fuerzas de centro y derecha que también acabaron siendo fundamentales para su apretada victoria.
“No es una victoria mía o del PT. Es una victoria de todas las mujeres y los hombres que aman la democracia, que quieren libertad, cultura, educación, fraternidad e igualdad”, declaró Lula tras su triunfo, y subrayó que “Brasil y su pueblo” han derrotado en las urnas “al fascismo y al autoritarismo” que encarna Bolsonaro.
En lo que el PT bautizó como la “fiesta de la victoria”, Lula fue arropado por viejos compañeros de esa formación, pero también por la senadora Simone Tebet, de centroderecha y tercera en la primera vuelta, y la senadora Eliziane Gama, conservadora y evangélica que tendió puentes entre el líder progresista y esa corriente religiosa.
Grandes esperanzas
“Ningún brasileño pasará hambre”, fue una de las consignas que marcó gran parte de los dos gobiernos previos de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), recordaba la cadena BBC.
Fueron ocho años en que no solo salieron de la pobreza cerca de 30 millones de personas, sino que también surgió la llamada “nueva clase media” en los brazos de una bonanza económica que generó empleos y ubicó al país entre las economías emergentes de mayor crecimiento.
Y este domingo volvió a repetirlo. “El compromiso más urgente es acabar con el hambre”, dijo 12 años después de dejar el cargo. “Brasil vivió la mayor transformación social que hemos visto hasta ahora”, dijo a la BBC Mónica de Bolle, investigadora senior del Peterson Institute for International Economics (PIIE), en Washington DC, refiriéndose a la movilidad social que experimentó el país en esa época.
Según el Banco Mundial, entre 2001 y 2011, el PIB per cápita de Brasil (la suma de toda la riqueza producida en el país, dividida por el número de habitantes) creció un 32%, mientras que la desigualdad disminuyó un 9,4% y el porcentaje de personas en situación de pobreza y pobreza extrema se redujo a la mitad, lo que generó expectativas en el retorno de Lula.
Si bien una parte de esos logros es atribuida por expertos a las políticas económicas iniciadas por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, predecesor de Lula, al presidente electo se le reconoce la habilidad de haber sacado adelante su agenda social con apertura a los mercados y responsabilidad fiscal.
Esto aprovechando los beneficios del ‘boom’ de las materias primas y aplacando los temores de los inversores cuando vieron que un socialista llegaba al poder.
¿Capacidad de repetición?
Muchos de los partidarios de Lula, especialmente aquellos de menores ingresos, votaron por Lula con la añoranza de volver a esa época de abundancia y fuerte gasto social que les permitió mejorar sus condiciones de vida.
¿Pero logrará cumplir esas expectativas tan altas?, ¿crecerá la economía a un paso tan veloz que le permitirá financiar el gasto social para repetir el éxito de sus programas sociales?
La respuesta de los expertos consultados por BBC Mundo es que es prácticamente imposible que se generen las mismas condiciones que existían a inicios de los años 2000.
“El país está en otra posición. No tiene los recursos para financiar ese tipo de programas o aumentar el salario mínimo como lo hizo antes”, afirma Mónica de Bolle.
No menos importante, Brasil no es el mismo país en el que gobernó Lula porque tras la llegada al poder de Jair Bolsonaro, ahora existe un fenómeno nuevo: el bolsonarismo. Y “el bolsonarismo no está dispuesto a negociar ni a construir coaliciones”, dice tajante la experta, consultada por la BBC.
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