Jean Palou Egoaguirre,
El Mercurio de Chile, GDA
Qué hacer con decenas de Picassos, Warhols, Klees y Koons cuando no se tiene ninguna pared para colgarlos? Esa es una pregunta para Nicolas Berggruen, un inversionista nacido hace 48 años en París, con estudios en Suiza y EE.UU., una fortuna de unos USD 2 200 millones, soltero y sin hijos, quien posee una de las colecciones de arte más impresionantes del mundo, pero que por opción personal ha vendido todas sus casas -incluyendo una finca en Nueva York y una mansión en Miami- para vagar de hotel en hotel por alguna de las más de 80 ciudades que recorre cada año en todo el globo.
No tiene ni auto, pero el “multimillonario homeless”, como lo llamó el Wall Street Journal, sí tiene un avión Gulfstream, que lo lleva un día a Bombay, el otro a Estambul o a Tel Aviv. O últimamente a Madrid, donde Berggruen acaba de concretar uno de sus negocios aparentemente más arriesgados: su incursión como socio en el grupo de medios español Prisa, dueño entre otros del diario El País, la Cadena Ser, Alfaguara y de Iberoamericana Radio Chile.
Berggruen llegó a un acuerdo el mes pasado para que el hedge fund que creó junto al británico Martin Franklin, Liberty Acquisition Holding, ingrese como accionista a Prisa a cambio de aportar recursos de capital por USD 868 millones. Se trata de un cambio radical en la estructura del grupo de medios, ya que Berggruen y Franklin no solo ingresan ahora al Consejo de Administración de Prisa, sino que 38 años después de que Jesús de Polanco fundara el conglomerado, su familia pasará de controlar el 70% de la propiedad a solo el 30%.
“Para ponerlo en términos brutales, prefiero el 30% de algo al 70% de nada”, dijo a The Guardian Juan Luis Cebrián, cofundador de Prisa y actual presidente ejecutivo del grupo, explicando la “tormenta perfecta” de deuda que impulsó el acuerdo con Liberty: a la muerte de Polanco en 2007 sucedió la crisis económica y la baja en la publicidad, que redujeron en 56% el beneficio neto, y en medio de su agresiva política de crecimiento internacional, la deuda con decenas de bancos comenzó a crecer hasta llegar hoy a unos USD 6 400 millones; esto es casi 12 veces el valor de mercado de la compañía, y una barbaridad si se considera que en 2009 Prisa logró beneficios de unos USD 66 millones.
Berggruen se convirtió así en el “salvavidas” de Prisa, ya que la inyección de capital que promovió permitió al grupo renegociar su pasivo con los bancos hasta mayo de 2013, dándole un respiro. Además, Liberty le abrió a Prisa la puerta a Wall Street, donde sus acciones comenzaron a transarse en estos días (sus papeles bajaron 5,4% en su estreno).
¿Pero cuál es el interés de Berggruen por el conglomerado de medios más grande de Hispanoamérica? ¿Busca acaso influencia o se trata solo de negocio? ¿Se convertirá en el nuevo Rupert Murdoch de la lengua española? Tanto Berggruen como Franklin descartan esto último, calificándose como “agnósticos de los medios”, rechazando que busquen influencia editorial en el centroizquierdista diario El País y asegurando que el grupo “seguirá siendo una compañía familiar”.
“Yo ni siquiera hablo español. Cuando fui dueño de Media Capital (su primera aventura en medios, en Portugal) tampoco tenía voz editorial. Al mismo tiempo, yo no querría invertir en una mala voz editorial”, ha dicho este trabajólico francés, quien adopta como filosofía buscar “una marca fuerte en el mercado”, además de declararse inversor “con una visión a largo plazo, muy paciente”.
Pero Berggruen reconoce que sus inversiones se guían por “consideraciones sociales y culturales”, desde granjas de arroz en Camboya a energías renovables en Turquía o tecnología médica en India. Y en ese sentido, dice estar “muy cómodo” con su introducción en Prisa. “Ahora invierto en el mundo real…”, dice.