Hay que acostumbrarse a no pronunciar más el nombre de Angela Merkel. Y de hacerlo, será solo como parte -y no menor- de la historia del siglo XXI, como lo es para el XX Helmut Kohl, quien, al igual que Merkel, estuvo 16 en el poder, entre 1982 y 1998.
Con su decisión de no participar en las elecciones legislativas de Alemania, Merkel deja de ser la Canciller de Alemania, cargo que asumió en el 2005. En todo este tiempo, su liderazgo fue vital para sostener a la Unión Europea.
De ella se han dicho muchas cosas, como “la mujer más poderosa del mundo”, algo que puede ser muy cierto, al gobernar la cuarta economía más sólida del mundo y la única mujer que lidera uno de los 12 países más ricos.
Considerarla “la líder del mundo libre”, como dijo el New York Times, puede parecer una exageración. Ese título ha correspondido siempre al presidente de Estados Unidos. Pero tiene cierta pertinencia que se la hayan adjudicado a la alemana, siempre ecuánime y reservada, cuando la Casa Blanca era ocupada por Donald Trump; el número 10 de Downing Street (Londres), por Boris Johnson, y el Palacio de Planalto (Brasilia), por Jair Bolsonaro (su país, a fin de cuentas, es la duodécima economía mundial). Todos ellos son los vocingleros y guapos de barrio al estilo “¡agárrame que le pego!”.
Pero los alemanes no son dados a tener políticos de esa naturaleza. Y Merkel, una científica al fin de cuentas, siempre mantuvo la cautela. De hecho, se inventó un verbo, ‘zu merkeln’ (merkelear), que sería vacilar, carecer de una opinión fuerte sobre temas polémicos.
Hay un favorito para sucederla: el socialdemócrata Olaf Sholz. El tono monótono de su voz ha llevado a los alemanes a apodarlo, como si se tratara de un robot, ‘Scholzmat’. “¿Aburrido? Puede que eso no sea algo malo en la carrera por suceder a la alemana Angela Merkel”, dice un titular de The Washington Post.
El sistema de elecciones y partidos de Alemania casi obliga a realizar coaliciones de Gobierno. De hecho, en la mayoría de estos tres lustros, Merkel ha ejercido el cargo gracias a las alianzas. Y lo ha debido hacer con un partido teóricamente en las antípodas: los Social Demócratas. Y de eso se ha valido ‘Sholzmat’, quien es actualmente vicecanciller y ministro de Economía, y que se presenta como el sucesor natural de Merkel.
Según la página Eyes on Europe, “tras 16 años, Merkel aún se mantiene como un misterio para la mayoría de los alemanes. Y en mucho, ella alimentó esa imagen. Hasta llegó a decir: “a veces soy una liberal, a veces una conservadora, a veces una cristiana social – y de eso se trata la CDU (Unión Cristiano Demócrata)”.
Si a Kohl se le consideró “el Canciller de la reunificación” alemana, a Merkel se la tildó como “la gerente en tiempos de crisis” de la Unión Europea.
Sin embargo, Matthias Matthijs, experto del Consejo de Relaciones Internacionales, afirma que en realidad ella se ha dejado guiar por lo que se ha denominado ‘Merkantilismo’, es decir la “sistemática priorización de los intereses comerciales y geoeconómicos de Alemania por sobre los valores democráticos, derechos humanos y la solidaridad” al interior de la UE.
Matthijs cita algunos ejemplos, como la crisis de la deuda griega. Merkel buscó proteger la solvencia de los bancos alemanes y que los ajustes de austeridad recayeran en los países del sur de Europa, caracterizados por su indisciplina fiscal. Tampoco, dice Matthijs, estuvo muy dispuesta a confrontar directamente a los presidentes autoritarios de la región, como Viktor Orban, en Hungría, y Jaroslaw Kaczynski, en Polonia. Y pese a las sanciones contra Rusia tras la anexión de Crimea, en el 2014, concedió a Moscú la construcción del gasoducto Nord Stream 2.
Para María G. Zornoza, de Público, Merkel tiene “Un atributo: tejer consensos. Un momento: la crisis de refugiados de 2015. Una flaqueza: apostar por el status quo y no arriesgar”. Pero arriesgó -y mucho- e incluso puso en peligro su cargo-, cuando decidió que Alemania abriera las puertas para los 900 000 refugiados, que huyeron de la guerra de Siria, pero que también llegaron de Iraq, Afganistán, Pakistán y Eritrea. Logró, además, que los 27 países miembros de la UE aceptaran el reparto obligatorio de cuotas para recibirlos. Y aquello le valió roces con los miembros de su partido y con otros gobiernos, como los de Hungría y Polonia.
“Si ahora tenemos que empezar a disculparnos por mostrar una cara amistosa en situaciones de emergencia, entonces este no es mi país”, dijo en aquel entonces Merkel. De cualquier modo, con la crisis del euro en el 2011, la BBC la calificó como ‘la esfinge’ porque tenía la resolución del enigma para mantener la moneda única: la ayuda llegaría acompañada de aquellas reglas duras de austeridad de la que hablaba Matthijs.
“Sin duda, Alemania es el motor económico más potente de Europa y lleva a cuestas la mayor parte de las pesadas cargas financieras que la crisis de las deudas genera”, escribió la Deutsche Welle aquel año.
Durante la pandemia del covid-19, Merkel dio un giro histórico hacia la mutualización de la deuda como auxilio, sobre todo -y nuevamente- para los países del sur. Hubo, es cierto, una fuerte participación de Francia. Pero el respaldo de Merkel fue fundamental para que se aprobara el rescate de USD 825 000 millones.
Tanto con Nicolas Sarkozy, en el 2011, como ahora con Emmanuel Macron mostró su audacia política. Esta mujer formada en su juventud tras la Cortina de Hierro, que prefirió ir al spa con una amiga en lugar de estar con los miles de alemanes que cruzaron el Muro de Berlín, supo que con menos aspavientos se puede llegar a un objetivo. Como dijo en el 2011 el expresidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, “la dama toma las decisiones y el presidente galo las explica en rueda de prensa”.
Macron, de todos modos, se ha mostrado como un entusiasta del europeísmo y fue una de las voces más fuertes en contra de las histéricas negociaciones por la salida del Reino Unido de la UE, el Brexit. ¿Será el llamado a suceder a Merkel?. Es difícil saberlo. En abril del próximo año serán las elecciones presidenciales en Francia. Además, según el Consejo Europeo de Relaciones Internacionales, Alemania es indudablemente el líder de este bloque y la mayoría de europeos prefieren que las cosas sigan así.
¿Preocupa que los euroescépticos tomen fuerza para impulsar un quiebre de la UE? Es poco probable. Como afirman Isabell Hoffmann y Hardy Schilgen en Internacional Politk Quaterly, en muchos casos no están en contra de las ideas integracionistas, sino que el bloque comunitario ha hecho muy poco para una mayor integración.