Dos tercios de los 100 000 ecuatorianos desempleados, en España, no cobran ninguna prestación ni subsidio por esta causa.
Esta semana lo dio a conocer la secretaria nacional del Migrante, Betty Tola, en Madrid.
Hace más de un año que la tasa de paro de los extranjeros supera el 30% y según las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) está en 32%, 11 puntos más que los nacionales (20,89).
Marian Díaz vive esa situación. Trabajó durante varios años en empresas de limpieza. En su último empleo ganaba 700 euros (USD 966) y con pretexto de la crisis trabajaba todo el día. “Eran jornadas interminables y no tenía tiempo ni para llevar a mi hijo al colegio. Dejé el trabajo porque tampoco teníamos dinero para pagar a una persona que le cuidara”, relata la quiteña de 34 años.
A su esposo cada vez le restaban horas de trabajo como repartidor de comida rápida. Finalmente la empresa quebró y le despidieron.
Pasó a cobrar 600 euros (USD 828) de prestación de desempleo. “Con ese dinero y yo sin trabajo ya no nos alcanzaba. Por eso decidimos enviar a nuestro hijo a Ecuador”, cuenta la compatriota.
Él recibió cinco meses de paro y aguantó seis más buscando trabajo. “Tenía su moto para hacer repartos y ni así le contrataron. No encontró nada. También regresó a Ecuador hace un mes”, relata.
De cada crisis económica hay un drama familiar que se extiende a lo emocional. “Me afectó mucho separarme de mi hijo”.
Ahora busca trabajo “en lo que sea”. Para ello dedica nueve horas diarias. Desesperada, como se define, estuvo tres meses de empleada doméstica interna en una casa. Se levantaba a las 06:00 y se acostaba sobre la medianoche.
Para ella fue una dinámica de humillaciones y abusos. “Un día dije ya no puedo más. Por la crisis uno aguanta lo que aguanta pero todo tiene un límite”.
Casi no le queda dinero. Lo último envió a su hijo a Ecuador. Lo tiene claro: si no encuentra trabajo regresa al país en diciembre. “Estoy harta de esta crisis, nunca pensé que España quebraría así. Si pudiera me fuera a los Estados Unidos”, señala.
Su amiga Jasmine Sares, guayaquileña de 36 años, vive una situación similar. Cobró el subsidio durante un año hasta que se le agotó. Finalmente encontró un trabajo de tres horas diarias de lunes a domingo. “Con 500 euros (USD 690) no se hace nada, pero no me queda otra”, dice.
Ella también busca pasajes para regresar a Ecuador, allí tiene un hijo. Cree que su hermana corrió con mejor suerte. Volvió con su esposo al país hace pocos meses.
La Secretaría Nacional del Migrante (Senami) les ayudó a instalar un taller de mecánica. “Ellos ya no veían futuro en España, estaban muy ‘quemados’ por el trabajo”, añade. Los casos de estas mujeres se repiten por miles en el colectivo ecuatoriano.
La situación de vulnerabilidad se expresa en embargos de viviendas por impagos, precariedad laboral, retorno de hijos y familiares a Ecuador, ruptura en el ámbito doméstico y aumento de solicitudes para ayudas sociales.
9% han retornado
Según el Ministerio de Trabajo, 36 351 ecuatorianos perciben el subsidio por desempleo.
Solo 9% de ecuatorianos retornaron, a través de los programas de retorno voluntario. La cifra se eleva al 15% con los casos de quienes no se han acogido a ningún programa.
Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística cifran en 387 367 los residentes en España nacidos en Ecuador.