Mujeres y niños indígenas son parte de la movilización, en Quito

Niños indígenas juegan en las canchas de la Universidad Salesiana. Foto: EL COMERCIO

Alrededor de una gran olla puesta sobre el fuego de una cocina industrial esperaban 10 mujeres. Llegaron desde la comunidad Chillachico, cantón Saquisilí, provincia de Cotopaxi. Este martes 8 de octubre del 2019 esperaban que entre los donativos llegara algo para ponerle al agua que hierve.
Las mujeres intentan preparar el almuerzo para su comunidad, que se aloja en la Universidad Politécnica Salesiana, sede Quito. Unos 700 indígenas llegaron a esa institución de educación superior la noche del lunes 7, como parte de la movilización que se trasladó a Quito desde la Sierra centro, norte y sur, en rechazo a las medidas económicas del Gobierno, anunciadas el martes 1 de octubre.
Bajo las carpas instaladas en el patio de la universidad, el grupo de mujeres se encarga del almuerzo para los manifestantes, que para el mediodía se encontraban en el parque El Arbolito, en plena protesta.
“Sopita de fideo queremos hacer”, dice doña María. Quisieran ponerle papas, queso o un par de cebollas para darle sabor. Pero solo tienen el ingrediente principal: el fideo.
Así que la solidaridad no se hizo esperar. Las mujeres de la comunidad de Cotacachi les ofrecieron algunos panes. Ellas tienen los mismos planes para el almuerzo: sopa de fideo.
Las hermanas Mercedes y Rosa Caranqui llegaron desde esa comunidad de Imbabura. Ellas se encargaron de darles el desayuno a hombres y mujeres de su comunidad antes de que salieran al paro. Comieron pan, agua de hierbas y huevos. Después de las 10:00, el agua de otra gran olla también hervía sobre el fuego. Era para el almuerzo.
En la comitiva de mujeres encargadas de los alimentos participaban Gabriela y Ruth. Ambas son exestudiantes de la Salesiana. Pelaban papas cocinadas y ayudaban a clasificar la comida que la comunidad recibió como donativo en Quito.
Otros universitarios también apoyaron. Entre ellos, los estudiantes de medicina de la Universidad Central, con atención de salud para los indígenas.
Mientras las mujeres rurales se aseguraron de que los huelguistas se alimentaran hay preocupación pero también convicción. Les preocupa que les falte la comida. Vinieron –aseguran– a reclamar sus derechos y permanecerán en Quito por tiempo indefinido.
A pocos metros de las carpas, cuatro pequeñas personas juegan en la cancha de básquet. Son niños de Saquisilí, que llegaron junto a sus familiares. Los demás, dicen las mujeres “quedaron botados en la casa, en la comunidad”.
“Soy de El Tambo” –grita Justin, de pasada– mientras corre tras el balón. Lo toma y regresa apresurado para presentar a la niña con la que jugaba. “Y ella es Emily”.
Ríen entre ellos, juguetean e intentan quitarse la pelota de básquet. Luego la dejan por un minuto y juntos van al baño a mojar sus rostros. Toman agua y se reincorporan al juego. Mientras el último grupo de la comunidad de Cotacachi toma palos y cubre su rostro para salir a protestar en El Arbolito, Justin y Emily no pierden la alegría de su infancia y aprovechan la compañía de los estudiantes de la Salesiana para divertirse junto a ellos.
Otros 600 indígenas se alojarán en el coliseo de la Pontificia Universidad Católica, también cerca a El Arbolito. Este lunes 8 de octubre del 2019 llegó la mitad de personas que ese espacio puede acoger para brindar atención en bienestar y salud.
El comité de crisis de la universidad, integrado por docentes, autoridades, estudiantes, administrativos y miembros del movimiento indígena preparó provisiones de alimentos, medicinas y vituallas para la permanencia del movimiento.
Comuneros de Yanaturo, Calera y Zumbahua descansaban este mediodía sobre colchonetas distribuidas en el coliseo. Otros caminaban en sus exteriores, mientras llegaba el momento de seguir protestando.
Entre ellos, Flora y Flavia, primas políticas, toman un descanso. Llegaron anoche junto a familiares, se levantaron a desayunar temprano y salieron a protestar. Luego volvieron a la U. Católica para tomar un descanso. Aseguran que se quedarán en la capital hasta que el Gobierno tome una decisión.
En esta institución de educación superior, la comunidad universitaria formó brigadas para encargarse de tareas como recibir a los indígenas y preparar comida. Esta noche, por ejemplo, necesitarán voluntarios para repartir alimentos y acompañar al movimiento.
La mayor cantidad de comuneros se encuentran en el Ágora de la casa de la Cultura. Ahí hay letreros que identifican a comunidades como las de Tigua y Quilotoa. Las mujeres indígenas también lideran la organización en ese sitio.
Con voz fuerte llaman a los suyos y los reúnen para entregarles pan y un vaso de jugo. Y con brazos fuertes levantan ollas y las quitan del fuego. Lo mismo hacen con pacas de frutas, verduras y legumbres, que organizan en el espacio dispuesto para su permanencia en Quito.
En ese sitio también se organizó una guardería para los hijos del movimiento indígena. Para ese espacio hacen falta paños húmedos, pañales, agua, comida, ropa abrigada y juguetes.
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