Los voluntarios atienden a los afectados durante la protesta en contra de las medidas económicas. Foto: Cortesía
Al filo de una tarima, Sandra Negrete se acomoda con dificultad, visiblemente adolorida y con las manos cubriendo su vientre, mientras el doctor Fabián Tulcanazo revisa sus signos vitales y le hace unas preguntas para intentar establecer un diagnóstico.
Un grupo de médicos y estudiantes de medicina se repartían tareas en un improvisado centro de salud en el Pabellón de la Casa de la Cultura Núcleo Pichincha, en el parque del Arbolito, donde se concentraron los miembros de los pueblos y nacionalidades indígenas que arribaron a Quito la tarde y noche del lunes 7 de octubre, en acción de protesta ante las medidas económicas dispuestas por el Gobierno.
Alrededor de 40 estudiantes que se desempeñan como externos, internos y médicos residentes y tratantes se autoconvocaron para brindar atención en primeros auxilios a personas que llegaban con distintos tipos de heridas y dolencias.
Voluntarios organizan medicinas para los afectados. Foto: Cortesía
Hasta las 23:00 del lunes 7 de octubre se había atendido a seis heridos con fracturas, quemaduras, cortes y contusiones, además de otras atenciones menores. En casos más graves, mantienen contacto con el Hospital Eugenio Espejo y Enrique Garcés para coordinar la atención.
Tulcanazo llegó después de cumplir con su jornada laboral en el hospital Eugenio Espejo, donde trabaja como gastroenterólogo. A un costado lleva un botiquín personal y sobre su cuello el fonendoscopio con el que revisa a los pacientes. “Todos estamos aquí con la única buena voluntad de cumplir con el mandato hipocrático de ayudar”.
Después de revisar a Negrete, el médico le administró un analgésico y un antiácido y la acomodó para mantenerla en observación. Negrete, de 30 años, salió de su comunidad en Pujilí a las 08:00 y desde entonces no había dejado de caminar hasta llegar a Quito junto con su esposo. En todo el día solo había tomado agua que le regalaban en la vía y algo de tostado y cree que tal vez eso esté relacionado con su dolencia. Ella dejó atrás su trabajo en una plantación florícola para unirse a la marcha indígena, porque asegura que desde el anuncio del paquete de medidas el gas y los víveres subieron de precio en Pujilí.
Sentado en el piso, Jose Alcívar, externo en el Carlos Andrade Marín, clasificaba los medicamentos amontonados en una caja de cartón. “Pese a los riesgos y a que mi familia no estaba de acuerdo estoy aquí para colaborar cumpliendo con lo que me enseñan en la universidad”.
Los voluntarios formados en la Universidad Central, UTE y Udla se han organizado en cuatro grupos que ofrecen atención gratuita en brigadas móviles distribuidas en cuatro puntos del Centro Histórico y que rotan según la disponibilidad de sus horarios. Cada uno está equipado con medicación y equipo donado por los propios estudiantes, médicos y personas particulares para ofrecer primeros auxilios.
Sobre un análisis de las primeras atenciones, Tulcanazo explica que lo que más hace falta es equipo de sutura, caladryl (para quemaduras), antinflamatorios (oral, tópico o inyectable), analgésicos, antibióticos del tipo doxiclina, jeringuillas, guantes, solución salina, sales de hidratación oral. Las donaciones se reciben en el Pabellón de la Casa de la Cultura.
“Me creo de esa gente a la que llaman patanes. Pues aquí la mayoría son patanes de corazón, solidarios y con una gran voluntad de ayudar a la gente”, dice Tulcanazo frente a un grupo de jóvenes que a la medianoche organizan el relevo para las brigadas móviles desplegadas en la ciudad.