Desde la izquierda: el jefe del Comaco, Roque Moreira; del Ejército, Javier Pérez; de la FAE, Mauricio Campuzano; y de la Marina, Darwin Jarrín. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Los aviones y helicópteros militares sobrevolaron la Escuela Militar Eloy Alfaro. En el denominado Campo de Marte, los soldados se cuadraron ante sus nuevos comandantes.
Las trompetas sonaron, las banderas se izaron y entre las tropas apareció el nuevo jefe del Comando Conjunto de las FF.AA., Roque Moreira.
Junto a él marcharon el comandante del Ejército, Javier Pérez; de la FAE, Mauricio Campuzano; y de la Fuerza Naval, Darwin Jarrín. Todos recibieron al presidente Lenín Moreno y la ceremonia del Cambio de Mando comenzó.
Vino la imposición de insignias a los nuevos jefes militares, la revista de tropas y enseguida Moreira se puso al frente de los soldados. En siete minutos habló del respeto a la Constitución, de mejorar la capacidad militar y de la disciplina. “Soldados, es nuestra responsabilidad no permitir que las Fuerzas Armadas sean desviadas de su propia esencia”.
Miró a sus militares y dijo que este “es un momento especial y significativo para la institución, un momento de unidad, de fortalecimiento, de reinstitucionalización”.
De eso se ha hablado desde los escándalos de la venta de armas militares a ‘Guacho’ o de la captura de dos uniformados en la Base de Manta.
Pero la semana pasada también se volvió a mencionar a Telmo Castro, un excapitán del Ejército señalado en el juicio contra ‘El Chapo’ Guzmán, por sus vínculos con el cartel mexicano de Sinaloa.
Ahora él está libre tras favorecerse de la prelibertad, un recurso que será auditado por el Consejo de la Judicatura.
“Ejercemos con profesionalismo nuestro rol constitucional”, dijo el comandante del Ejército. “Juramos hacer del honor, de la disciplina y de la lealtad las principales virtudes militares. Ese juramento se mantiene inalterable”.
Luego pidió conservar e incrementar la capacidad operativa “con personal altamente entrenado y con equipamiento moderno y eficiente”.
Después habló el presidente Moreno. Su discurso, de 10 minutos, comenzó “con un abrazo a oficiales y tropa, que siempre tendrá la atención y respeto de su Comandante en Jefe”.
Luego habló de la renovación de la cúpula militar “acatando procesos y jerarquías”, de que “atrás quedaron la imposición, los caprichos del poder y el maltrato hacia nuestros hermanos militares”. En esta parte hubo aplausos.
Pero también habló de la disciplina. “El buen nombre de las FF.AA. no puede ser afectado por la presencia de malos elementos que lamentablemente, pero pocos, se enquistaron en sus filas”. Por eso, mostró su “completo respaldo”, para “investigar, para sancionar y retirar de sus filas, independientemente del rango que ostenten, a los uniformados que se vean involucrados en hechos al margen de la ley”.
Pero también sostuvo lo siguiente: “El Gobierno apoya y apoyará irrestrictamente toda acción que fortalezca su respetabilidad y prestigio”.
En noviembre se conoció que 41 militares activos están procesados por diferentes delitos. Hace ocho días, un marino también fue capturado y es investigado por narcotráfico.
Según agentes, el uniformado hacía las veces de ‘coordinador’ de la red delictiva.
Por eso, el próximo año se presentará ante la Asamblea Nacional la Ley de Personal y Disciplina de las FF.AA.
Luego se refirió a las necesidades en equipamiento y aseguró que en la medida de las posibilidades repondrán aviones, barcos, lanchas, vehículos, armas, municiones, etc.
Para el 2019, el presupuesto militar se reduce en 4,54%. De USD 1 527 millones del 2018 pasará a 1 458 millones en 2019.
El 25 de noviembre, el ministro de Defensa, Oswaldo Jarrín, dijo que esa reducción no estaba “dentro de las aspiraciones y necesidades” de FF.AA.
En medio de su discurso, Moreno se refirió a las medidas económicas adoptadas y las justificó. “Cómo creen que voy a dejar de tomar decisiones que convienen al país por preservar un cargo, un cargo que es efímero, que tiene que ser transitorio”.
Después no hubo más discursos. Un helicóptero sobrevoló nuevamente, las trompetas sonaron, las autoridades dejaron el lugar, los militares marcharon y el Campo de Marte quedó desolado.