Los migrantes retornados emprendieron pequeños negocios en el cantón Colta de la provincia de Chimborazo. Foto: Glanda Giacometti / EL COMERCIO
Los ecuatorianos que se radicaron en Venezuela regresan al país, luego de haber permanecido allá por más de 25 años.
No hay cifras oficiales de cuántas personas han regresado desde que la situación económica de Venezuela se complicó. Ese fenómeno comenzó desde el 2016 en las provincias de la Sierra centro y la Costa.
Las historias de los migrantes retornados sobre cómo vivían son similares entre sí. Ellos recuerdan las largas filas para conseguir alimentos, la pérdida de sus empleos, los escasos medicamentos y la inseguridad a la que estaban expuestos en Venezuela.
Eso los impulsó a regresar al Ecuador para reiniciar su vida, aunque dejaran sus propiedades y el menaje de sus hogares.
La mayoría de migrantes viajó a Venezuela entre 1980 y el 2000, atraídos por la buena situación económica y estabilidad. Además, había mucha demanda de mano de obra para el sector de la construcción, la industria textil y el comercio.
La moneda venezolana (el bolívar) también era muy fuerte. Cada bolívar se cotizaba entre 7 000 y 8 000 sucres ecuatorianos, devaluados.
Según los relatos de los migrantes, el panorama cambió a partir del 2010, cuando empezaron a sentir los primeros efectos de la crisis económica. Luego, desde el 2012 la situación se volvió insostenible.
“El Gobierno asignaba un código para adquirir comida, pero les daban preferencia a los venezolanos. Nosotros, por ser ecuatorianos, teníamos que esperar más tiempo o nunca nos la daban. Nos estábamos muriendo de hambre”, cuenta Isac Congacha, de la parroquia Santiago de Quito, a 40 minutos de Riobamba.
Él vivió en Caracas con su familia de cuatro integrantes durante 19 años. En esa época viajar a Venezuela estaba de moda y se volvió parte de la cultura de la comunidad.
“Todos los que viajaban regresaban con dinero, electrodomésticos y propiedades. Las familias empezaron a enviar a sus hijos para que adquirieran nuevas experiencias laborales y conocimientos”, cuenta Manuel Yauripoma, funcionario de la Junta Parroquial de Santiago de Quito. Según sus cálculos, un 90% de la población de esa parroquia migró entre 1980 y 2000 a Venezuela.
Cuando Isac y su familia llegaron a Caracas se emplearon en fábricas textiles y en la venta informal de la ropa que ellos mismos elaboraban.
En el 2012, el comercio decayó totalmente, la ropa dejó de venderse y las fábricas cerraron. Sus padres perdieron su empleo, pasaban por varias necesidades, pero lo más grave fue la escasez de alimentos.
Chimborazo es una de las provincias con más migrantes en Venezuela. La mayoría salió de Colta, Guamote y Alausí.
En el Municipio de Colta se calcula que hay un movimiento económico de alrededor de USD 2 millones durante las fiestas. “Nuestros migrantes llegan de varios países con su dinero, para invertirlo en la ciudad. Tenemos mucha expectativa”, dice Hermel Tayupanda, alcalde de Colta.
Las remesas son parte fundamental de la economía de ese cantón. Una estrategia para emplear a los migrantes retornados es la creación de empresas textiles que operarán en Cajabamba. El Cabildo ya concedió en comodato un terreno de tres hectáreas para el primer proyecto que funcionará a mediados de este año.
Los migrantes de Manabí también retornan. Norma Calderón volvió a su natal Rocafuerte hace 10 meses tras 25 años de residir en el municipio Libertador, perteneciente a Caracas. Hace más de dos décadas migró a ese país en busca de mejores oportunidades económicas.
Su primer trabajo fue como empleada doméstica y en todos estos años estuvo en esa línea de trabajo que le permitió enviar parte de sus remesas a su familia en Rocafuerte. Se regresó por la crisis, que empezó hace cinco años, y la violencia.
Su hermano Walter Calderón retornó el año pasado. En Venezuela trabajaba en el sector de la construcción, pero perdió su empleo por la falta de inversiones inmobiliarias. En Ecuador no encontró empleo en su área y se desempeña como ayudante de mecánica.
Digna Alcívar tiene 70 años y recuerda que hace 26 viajó a Caracas porque otros familiares que vivían allí la motivaron a migrar. En Venezuela ganaba a la semana 2 000 bolívares que le sirvieron para ayudar a sus hijos. Hace un año, ella y sus tres hijos regresaron a Crucita y ahora se emplean en actividades de pesca.
Para Wiliam Murillo, exfuncionario de la Secretaría del Migrante, el panorama para los ecuatorianos que retornan es más difícil ahora, ya que no existen proyectos de apoyo. El plan Cucayo, que entregaba capital semilla para los retornados, estuvo vigente hasta el 2015 y se entregaron 600 créditos para emprendimientos.