Gian Carlo Varcacel Sevilla (izquierda), llegó desde Venezuela a la casa de su primo Christian del Valle (derecha). Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Todos cuentan situaciones similares. Recuerdan las largas filas que debían hacer para comprar comida, jabones, cepillos de dientes, champú…
Los sueldos eran bajos: un equivalente a USD 12 mensuales, en promedio. Tampoco había medicinas. Los ecuatorianos, que en los años 80 viajaron a Venezuela por las buenas condiciones en esa nación, recuerdan cada detalle que luego les tocó vivir por la crisis.
Miguel Bermúdez tiene 32 años y 16 vivió en Caracas. Pero hace dos meses decidió retornar a Guayaquil con su madre María Mera. Junto a él vinieron su esposa Vanessa Correa, de 21 años y Mía, su hija de solo un año de nacida, que ya había sido inscrita en ese país.
De hecho, los ecuatorianos que regresan lo hacen con sus esposos, esposas, hijos, nietos, primos o sobrinos, pero ellos ya tienen nacionalidad venezolana. Ahora solo quieren quedarse y mejorar la situación.
De hecho, dos asociaciones de venezolanos en Guayaquil dicen que entre junio y julio entraron al Ecuador por lo menos 2 000 nuevos migrantes desde Venezuela. Guayaquil concentra el 30% de ese total.
Ahora, la familia de Miguel vive en Juan Montalvo, una cooperativa que está al noroeste del Puerto Principal. Allí están otros de sus familiares que Vanessa conoció por primera vez. Al inicio se le hizo difícil vivir en Ecuador, pero recuerda escenas que la marcaron. “Allá no hay medicinas básicas. Una vez desde Caracas tuvimos que mandar a comprarlas en Panamá, porque tenía cólico”.
Cerca a Juan Montalvo, en los Rosales, vive Gian Carlo Varcacel, de 25 años. Él llegó en mayo, pues los 12 000 bolívares, que al cambio paralelo le significaban USD 12 mensuales, no le alcanzaba para nada.
Un tío abuelo ecuatoriano -que formó su familia en Venezuela- le incentivó a que busque a sus primos lejanos en Ecuador si deseaba salir de Caracas. Así que, a inicios de este año, a través de las redes sociales, descubrió que su familia vivía en el Puerto Principal.
“Siempre escuché que muchos venezolanos iban a Quito, pero yo decidí venir a Guayaquil porque mi familia lejana era de acá; así que ellos me recibieron con mucho cariño y agrado, pese a que yo me sentía un extraño porque nunca antes los había visto”, recuerda.
María Teresa Rosales, directora creativa de la Organización Venezolanos en Ecuador ‘Asociación Civil’, cuyas oficinas están en Guayaquil, indica que esa ciudad y otras provincias de la Costa, como Manabí, reciben una migración diferente a la de Quito, pues en este caso existe una fuerte “relación de consanguinidad”.
Explica que hace dos años era común escuchar el acento venezolano en los sitios públicos de Quito y no del Puerto Principal. Pero advierte que hoy eso cambió, porque en la capital guayasense “no solo se escucha esa tonada en los sitios turísticos, sino en barrios”.
Rosales cree que la urbe porteña vive un fenómeno migratorio al que denomina ‘venecuatoriana’, que tiene como base a los antiguos migrantes ecuatorianos en ese país y que de cierta forma creó nexos familiares entre ambas naciones.
Datos del INEC revelan que entre 1990 y 2010 se registraron 10 172 ecuatorianos en Venezuela. De ellos, el 31,54% era originario de Guayas y el 31,26% de Manabí.
Ellos y sus parientes son los que ahora retornan, aunque lo más difícil para ellos, hasta ahora, ha sido conseguir empleo formal. Eso ha sucedido con Gian Carlo Varcacel. La ayuda de sus parientes con casa y comida le ha servido de mucho hasta estabilizarse.
Uno de sus primos que lo recibió, el guayaquileño Christian del Valle, ha procurado que su primo venezolano se integre a la cultura ecuatoriana.
A Miguel tampoco le ha sido fácil hallar empleo. Al inicio trabajó en un restaurante, en donde servía platos y ahora labora en un camión con el que reparte leche en las tiendas.
Por ahora sus planes son prepararse para recibir a otros familiares venezolanos de su esposa, quienes tienen intenciones de llegar a Guayaquil.
Según cifras del Ministerio del Interior, solo entre enero y junio de este año 4 063 personas que entraron desde Venezuela no registraron su salida.
Ángela Duarte, de 19 años, está en ese grupo. Arribó a mediados de junio desde su natal Maracaibo. Lo hizo en compañía de su madre, Laura Fernández, guayaquileña de 53 años que migró a esa ciudad en 1988 en busca de “mejores días”.
La joven dice que llegó con el propósito de conseguir trabajo y reunir dinero que le permita estudiar una carrera universitaria en el Puerto Principal.
“Mi madre tenía un taller de costura en Venezuela, pero la crisis nos dejó sin materias primas como la tela, así que no había negocio. Decidimos venir por un mejor futuro. Yo soy venezolana, pero es la primera vez que vengo a Ecuador a conocer a tantos primos y tíos. Por eso trato de adaptarme a esta nueva tierra”.
Mientras que Laura Rodríguez, una caraqueña de 24 años, llegó gracias a una tía de su mamá que es ecuatoriana. “La tía de mi madre llegó a Venezuela hace 40 años. Con la crisis ella se regresó hace ocho meses a Guayaquil y me ayudó a venir en mayo”, dijo la joven que ahora trabaja como mesera en un restaurante del Puerto Santa Ana, junto a otras dos compatriotas suyas.