San Sebastián, DPA
Fue Ricardo III, Rasputín, el Magneto de ‘X-Men’ y otros 100 hombres más, pero el camaleónico actor inglés que recibió el Premio Donostia en el Festival de San Sebastián es ante todo sir Ian McKellen.
“Mi personaje favorito es el que interpreto en ese momento, porque no quiero que los demás se pongan celosos. Pero como ahora no estoy actuando, mi personaje favorito soy yo mismo”, bromeó.
Pese a llevar más de medio siglo en las tablas (ha actuado en más de 250 obras de teatro) y tener una trayectoria en el cine llena de premios, es difícil separarlo de uno de sus papeles más recientes y emblemáticos, el del mago Gandalf de ‘El Señor de los anillos’.
“Soy un gran fan de Gandalf”, dijo. McKellen se siente afortunado de que lo asocien con un clásico de la literatura anglo cuya misión es “hacer el bien”.
Sus dos nominaciones al Oscar, su Globo de Oro por ‘Rasputín’ y el título de Mejor actor europeo por ‘Ricardo III’ dan cuenta de su buen hacer en el cine. A eso suma sus legendarios papeles en teatro en ‘Romeo y Julieta’ o ‘Hamlet’.
Incapaz de revelar el secreto de su versatilidad (“actuar es un poco como un misterio, es el libro que no soy capaz de escribir”, afirma), McKellen explicó que hay dos tipos de actores: los que se interpretan a sí mismos o a una parte de ellos y los más tímidos, que se disfrazan de otros. “A mí me gusta disfrazarme, siempre busco algo diferente”.
Tiene claro que debe tener un proyecto para que le atraiga: algo novedoso, un director al que admire, actores con los que desee trabajar y sentir que sería una película que a él le gustaría ver. A eso se añade un ingrediente esencial: “Debe tener algo que me haga no estar completamente seguro de ser capaz de interpretar”.
McKellen regresa así a un festival donde su genialidad despuntó en 1985, como el analista de la hija de Trotsky en ‘Zina’, y que premió con la Concha de Plata a su papel del realizador James Whale en ‘Dioses y monstruos’, de Bill Condon. Ayer llegó el colofón con la entrega del Premio Donostia de manos de José María Pou. “Lo único que he hecho en mi vida es intentar actuar lo mejor posible, por eso lo más gratificante de este Premio Donostia es que no es por un papel en particular, sino por toda mi carrera”.