Durante dos semanas seguidas en este espacio de opinión se dio un interesante debate musical entre María Clara Crespo de Correa, de la Sociedad Filarmónica de Quito (SFQ), y el maestro Álvaro Manzano, ex director de la Orquesta Sinfónica Nacional, músico excepcional y, además, un apreciado amigo.
Doña María Clara es una mujer que ha dedicado gran parte de su vida a la SFQ y a conseguir que grandes exponentes de la música académica visiten Quito. El tema de discusión fue la presentación del famoso violonchelista ruso Mstislav Rostropovich. Dos versiones, dos relatos sobre los apuros que pasó el músico ruso fallecido en 2007.
Como todavía se puede opinar con libertad, estos debates resultan necesarios porque enfocan algunos episodios desde el punto de vista de los protagonistas, de los testigos de los hechos. Si estuviera hoy en vigencia la graciosa ley ‘Chapana’ sobre comunicación, esta discusión no hubiese sido posible, el censor de los contenidos hubiese ordenado que mejor pregunten cual es la versión del músico, cuyos restos descansan en paz en su Rusia natal.
Como se trataba de una anécdota específica sobre unas partituras, no se abordó un tema importantísimo del gran Rostropovich, pero que se puede encontrar en el maravilloso libro sobre los 50 años de la SFQ, escrito por doña Alicia Coloma de Reed. Es un texto muy bien editado, que narra la historia musical del Ecuador desde épocas primitivas hasta 2002.
En la parte específica sobre el músico ruso señala que fue muy admirado en su patria, pero su indeclinable espíritu de independencia y libertad lo llevaron a discrepar del Régimen soviético. Lo marcó su amistad con el escritor Alexander Solzhenitsyn y muy pronto partió al exilio. Para suerte nuestra, el 15 de junio de 1993 quedó registrado como la fecha en la cual Rostropovich se presentó en la iglesia de San Francisco bajo la batuta de Manzano.
La SFQ, cuyo Directorio está integrado mayoritariamente por mujeres, ha trabajado bastante por la excelencia musical. En el libro de doña Alicia se relatan anécdotas y también se registran todos los acontecimientos musicales de nuestra capital.
Desde 1952, con el auspicio de la SFQ vinieron pianistas como el franco-suizo Alfred Cortot, en agosto de ese mismo año. El polaco de origen judío, Arthur Rubinstein, uno de los pianistas más virtuosos que ha visto la humanidad, tocó en Quito en dos ocasiones: en 1953 y en 1958. El pianista chileno Claudio Arrau vino en 1953, en tanto que dos ‘monstruos’ del violín, Jascha Heifetz e Isaac Stern debutaron en 1955 y 1956, respectivamente. Se acabaron el tiempo y el espacio para hablar de la Filarmónica de Nueva York bajo la batuta de Leonard Bernstein que marcó un hito en el Teatro Bolívar.