Esta semana el Departamento del Tesoro de los EE.UU. retomó el viejo discurso de la nación americana como la noble guardiana de la libertad y los derechos de toda la humanidad.
Declaró su decisión de suprimir ciertas sanciones de tipo tecnológico que pesaban sobre Cuba, Irán y Sudán para permitir la exportación de servicios de Internet como la mensajería, las redes sociales, y los motores de búsqueda.
Por supuesto se intenta adornar la medida de un casto y elevado ideal, declarando que su objetivo es “asegurar que los individuos en estos países puedan ejercer su derecho universal a la libertad de expresión y de información, al máximo nivel posible”. Un poco de música heroica de fondo, que el Presidente aparezca en media conferencia, después de haber salvado al mundo de extraterrestres, en su propia nave, y se completaría el discurso mesiánico que Hollywood ha trillado durante años.
Indudablemente se trata de una medida positiva para las personas de esos países y es una noticia para alegrarse. Pero no creo que sea el idealismo el fundamento que esté detrás de esta medida; porque si así lo fuera, la reducción del bloqueo tecnológico no hubiese comenzado con servicios de Internet sino con aspectos fundamentales para el bienestar.
Afortunadamente, ante la posibilidad de cegarnos con el bonito discurso oficial, Engels y Plejánov nos aportaron la medicina adecuada, el materialismo histórico. Este marco de análisis explica los eventos históricos en función de factores prácticos, rechazando que las causas se deban a factores espirituales, o ideológicos. Básicamente, señala que las grandes revoluciones no se dan por el poderío de los valores en la cabeza de las personas, sino por la fuerza del hambre en sus estómagos.
A pesar de la diferencia del actual régimen americano con su predecesor, ha dado suficientes muestras de mantener un egoísmo bastante grande como para que el discurso altruista pueda ser creíble. Mucho más convincente es la explicación de la apertura de mercados que EE.UU. logra al levantar las sanciones. Se amplían los usuarios de Facebook, de Twitter, y búsquedas en Yahoo, fortaleciendo la implantación a escala mundial que las blindaría frente a cualquier futura competencia extranjera.
Las multimillonarias empresas beneficiarias de esta medida son la novísima mina de oro de la economía americana. Para constatar la importancia que se les da basta considerar que a pesar de las fuertes tensiones con el Gobierno chino, el Gobierno americano se dio el lujo de abrir un nuevo frente al batallar diplomáticamente para permitir el libre servicio de Google en el país.
El discurso transmitido es brillante pero mojigato, la idea es propulsar sus intereses económicos mientras el mundo aplaude.