Mario Paz y Miño C.
La sociedad que forman los socios es una persona jurídica. Así lo reconocen nuestro Código Civil y la Ley de Compañías.
No son compañías fantasmas, pues si fuéramos por esta lógica todas las compañías son fantasmas. Son ficciones legales.
Estos ‘fantasmas’, absolutamente lícitos, nos permiten a las personas naturales crear, diversificar y proteger nuestras inversiones, fomentar fuentes de trabajo y pagar impuestos.
Hay varias clases de compañías. Ecuador tiene más de 70 000 fantasmas. Son tan buenas y malas, al mismo tiempo, que un autor dijo que no se sabe si son obras de Dios o el diablo.
Que el hermano haya formado compañías está bien. Que se cubra tras ellas, está bien. El problema, más bien, es moral, ético, pues valerse de esas empresas para saltarse prohibiciones legales, es doloso.
Una cosa es proteger inversiones y otra valerse de compañías para evadir prohibiciones legales. Esto sí hace el hermano. Se vale de sus compañías para “darle en la cabeza al Estado”.
Un procurador independiente encontraría causales para terminar esos contratos. Pero, como eso no ha de suceder, lo que se ratificará es que el hermano es “razonablemente listo” como “listos” son los socios de los 70 000 fantasmas.
La única falla jurídica son los decretos presidenciales que quieren borrar principios eternos como la libertad de negociar las acciones. El Presidente debe darse cuenta que su capacidad funcional ni remotamente llega a tanto.
Si alguien quiere tener acciones en un paraíso fiscal, los tiene con la misma libertad que tiene el Presidente de llevarse con tiranos. Aquí, el hermano no ha quedado muy mal. El Presidente es el que queda pésimo.