Los chicos, de entre 15 y 18 años de edad, estudian en colegios públicos de Imbabura y de los valles orientales de Pichincha (Ibarra, Atuntaqui, Cotacachi, Otavalo, San Pablo del Lago, Cangahua, Cayambe y El Quinche).
Experiencias para replicar
Los jóvenes regresaron al Ecuador llenos de entusiasmo para compartir sus experiencias y aplicar los conocimientos adquiridos en sus comunidades.
Según Paola Pineida, de 15 años , esta experiencia le permitió aprender que “cuando se trabaja en equipo, para el bien público, se obtienen más metas que cuando solo se piensa en uno solo”.
Para Alexander Mosquera, de 18 años, el viaje le permitió adquirir un nuevo concepto y perfil de liderazgo. Según él, “como líder, hay que saber motivar a los demás para que involucren, y trabajar con la comunidad con esfuerzo, hombro a hombro”.La selección impuso algunas condiciones como: tener entre 15 y 18 años de edad; estudiar en colegios fiscales, fiscomisionales o municipales; tener muy buenas calificaciones; participar activamente en proyectos sociales o ambientales; demostrar liderazgo en su comunidad, y contar con un conocimiento básico del inglés.
Un itinerario exigente
El programa se realizó entre el 30 de marzo y el 25 de abril del presente, y fue totalmente financiado por el Gobierno de los Estados Unidos.
Los jóvenes estuvieron en una gran diversidad de actividades. En la Universidad Estatal, localizada en Pullman, asistieron a seminarios sobre liderazgo y democracia comunitaria, ecología, sostenibilidad, actividades culturales y talleres de TIC (tecnologías de la información y la comunicación).
También participación en proyectos de servicio comunitario; reuniones con jóvenes estadounidenses para informar sobre los temas sociales y ambientales que afectan a comunidades del Ecuador; conocimiento del sistema democrático estadounidense, mediado por reuniones con senadores del Estado y con profesores. Durante este período, cada joven se alojó con una familia estadounidense.
El grupo viajó acompañado por dos líderes comunitarios adultos. Una de ellos, Valentina Benavides, relató la experiencia: “Fue lindo trabajar con jóvenes de escasos recursos, pero que tienen un potencial enorme. La idea es que los chicos compartan lo aprendido, mediante la formación de movimientos juveniles y la difusión de sus proyectos”.
Según Kevin Skillin, agregado cultural de la Embajada, las conclusiones del viaje son positivas: “Los chicos vuelven a sus comunidades a implementar lo aprendido en el ámbito de la democracia, el respeto por las culturas indígenas estadounidenses y los proyectos ambientales”.