Decenas de jóvenes se reunieron en los alrededores del parque de La Alameda, en el centro de Quito, este viernes 1 de marzo del 2019, para jugar carnaval.
Estudiantes de varios colegios del centro y norte de la capital se congregaron en este parque para mojarse con el agua de la laguna del lugar. Los chicos ocuparon el lado asignado por las autoridades municipales para divertirse.
El lado occidental de la laguna permaneció cerrado mientras que el lado oriental fue abierto para que los jóvenes jueguen en el agua. La banda musical del colegio Mejía acompañaba la fiesta de los carnavaleros.
Eso ocurría al ritmo de la barra del Colegio Mejía, cuyos integrantes tocaban los tambores, platillos y trompetas; también encendieron bengalas. Conforme avanzaba la mañana, cientos de chicos se acercaban para celebrar el inicio del feriado.
El coronel Patricio Pazmiño, jefe subrogante del Distrito Manuela Sáenz, indicó que se desplegó un operativo especial para dar seguridad en la zona.En ese sentido, los jóvenes pueden divertirse únicamente en el costado oriental de la laguna, que apenas mide 1,50 metros de profundidad. El occidental es de tres y fue cercado por seguridad.
“Calculamos que hasta las 16:00 se quedarán los alumnos aquí”, precisó Pazmiño.
Pasado el mediodía del viernes 1 de marzo de 2019, los estudiantes comenzaron a darse el tradicional chapuzón de Carnaval. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Un bote con buzos navegaba allí y estaban atentos ante las emergencias que se reporten. Algunos estudiantes forcejeaban para impedir que los arrojen al agua, pero les tomaban de las piernas y brazos, pero al final terminaban mojados. Lo hacían mientras se untaban anilinas, huevos y harina en la cabeza.
Los vendedores comercializaban espumas de carnaval a USD 1. Andrés Vega estaba allí junto a su familia. Ofrecía tres huevos a USD 0,50 y cada bolsa de anilina a USD 0,25.
“Se ha vendido poco, tenemos problemas para distribuir los productos”, indicó Vega.
Los jóvenes estaban entusiasmados. Pablo, de 13 años, cursa noveno de educación básica. Estaba con sus amigos y le preocupaba que le roben la mochila mientras juega. Por eso, tenía previsto dejarla en su casa. “Allá me cambio y regreso para pasarla bien con mis amigos”.
Con él estaba Daniel, de 14. Cursa décimo grado y también tenía previsto dejar su maleta en la vivienda de Pablo. “Así no se me dañan los cuadernos como ocurrió algunos amigos por meterse al agua con todo”.
El lado occidental de la laguna permaneció cerrado mientras que el lado oriental fue abierto para que los jóvenes jueguen en el agua este 1 de marzo del 2019. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO