Jaime Plaza. Desde Galápagos
Sus calles de arena blanca resultan un detalle exclusivo que impresiona a todo visitante. Igual al caminar por el centro de Puerto Villamil, la capital cantonal de Isabela, la isla más grande de Galápagos, es fácil sentir la pasividad que aún reina en esta urbe de
2 200 habitantes.
Aparte del piso de arena y de sus veredas construidas con roca volcánica, las arterias dejan ver un relativo orden y limpieza. A diferencia de Puerto Ayora, en Santa Cruz, que está tomado por más de 300 taxi-camionetas, en esta ciudad apenas circulan 18 de estos automotores, junto con otros 80 vehículos.
Estas y otras particularidades hacen que el turista se encante con Isabela. Más todavía cuando descubre una gran razón para considerar que se trata de un pequeño paraíso que aún conserva más especies en estado natural que el resto de islas juntas.
Para comprobar aquello basta con trasladarse en lancha por alrededor de 10 minutos hacia el islote Las Tintoreras. En el trayecto se miran especies únicas como pingüinos (con 35 cm de tamaño, el segundo más pequeño del planeta, según el guardaparque Daniel Tenelema) junto a piqueros patas azules.
Un poco más allá, en las pequeñas bahías, algunas tortugas marinas emergen sus cabezas, rompiendo el espejo turquesa del agua. Allí mismo se puede mirar al pez loro, damiselas y otros peces multicolores.
Mientras avanza, el visitante tiene que esquivar a decenas de iguanas adultas y bebés que reposan plácidamente sobre las agrestes rocas volcánicas negras.
Y hasta puede asombrarse al mirar a las tintoreras (tiburones) que durante el día se refugian en grietas al borde del mar.
También es hogar de flamingos rosados –estos prefieren los humedales cubiertos de mangle- y de otras aves. Y no podían faltar las gigantes galápagos, tortugas que crecen en un centro de crianza o en estado natural, entre bosques de cactus y otras especies de flora nativa.
Con ese encanto, Isabela en 2008 atrajo a 18 000 de los más de 160 000 turistas nacionales y extranjeros. Pero tras esa gracia de Isabela, que fue colonizada en 1897 por Antonio Gil y en la que hoy predominan apellidos como Gil, Jaramillo y Tupiza, también hay serias amenazas para la conservación.
Uno de los principales peligros son las especies invasivas como cerdos, gatos salvajes, ratas… Al cruzar por la zona agrícola, camino hacia el Sierra Negra –uno de los cinco volcanes de Isabela-, se ve tupidos bosques de guayaba y de pasto, dos de las especies de fauna exóticas.
A su vez hay serias limitaciones que aquejan a la población. Édison Jaramillo, empleado público y nativo de la isla, advierte a la falta de agua potable como uno de los mayores problemas. Igual que el resto de las islas pobladas, Isabela se abastece de agua entubada. Por eso para preparar los alimentos y para beber,
Jaramillo, por ejemplo, compra a diario dos galones de agua tratada, a USD 1,50 cada uno.
Tampoco hay sistema de alcantarillado, sino solo pozos sépticos. Así la población está expuesta a dolencias de salud. Y para la atención apenas hay un dispensario con un médico general, ginecólogo, odontólogo y una enfermera. Aparte, el Municipio abrió otro centro médico.
En ninguno de los dos casos están preparados para atender emergencias como la ocurrida en febrero cuando un joven surfista fue atacado incidentalmente por un tiburón. Al herido se lo llevó en lancha a Puerto Ayora y más tarde a Guayaquil.
Igual no dispone de un sistema de reciclaje de basura, la cual se deposita en un botadero, ubicado en plena área protegida. Y el Cuerpo de Bomberos no cuenta con un local, peor con una motobomba. En marzo pasado, para sofocar un incendio que afectó a 90 hectáreas de fincas agrícolas de la parte alta, los guardaparques y la gente tuvieron que abrir trochas con pico y pala, y ayudarse con la maquinaria de una compañía privada.
Juana Balladares, vicealcaldesa, reconoce las deficiencias. Se lamenta que resulta complicado solucionarlas por la falta de recursos. “El año anterior el presupuesto fue USD 1 100 000, la mayor parte financiada con impuestos locales”. Balladares cuenta que desde hace un año se gestiona ante diversas instituciones el financiamiento de USD 1 millón para impulsar un proyecto de reciclaje de basura, pero hasta hoy no se consigue nada.
Entre encantos y limitaciones
El turismo es la principal fuente de empleo para la mayoría de la población, a través de los 20 hoteles, además de las lanchas, restaurantes, guianza y más.
La pesca es otra de las actividades importantes, sobre todo para 216 pescadores. Otros son empleados públicos, guardaparques, choferes o tienen tiendas de víveres.
En Isabela hay una escuela pública y otra municipal, además de un colegio. En el sector agrícola, con el 10% de la población, solo funcionan dos escuelas unidocentes.
A Isabela se llega desde Baltra, en los dos vuelos diarios en avionetas de siete y nueve pasajeros o en lanchas desde Puerto Ayora, cuya travesía de 70 km toma dos horas.
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