¿Por qué en la actual provincia de Imbabura y el norte de Pichincha se construyeron 5 000 tolas? ¿Quiénes eran esos hombres y mujeres que resistieron la expansión incásica durante casi dos décadas, hasta perecer en Yahuarcocha?
Estas interrogantes tienen una clave: los caranquis, considerados uno de los señoríos étnicos de la región norte de lo que hoy es Ecuador.
La Universidad Técnica del Norte (UTN) acaba de publicar el libro Caranquis. El objetivo es mostrar los conocimientos del pueblo prehispánico, señaló el rector del plantel Miguel Naranjo.Esta obra, que contiene ensayos de varios autores, fue presentada en días pasados.
Los caranquis tuvieron la sabiduría de controlar los diversos pisos ecológicos por medio de una infraestructura agrícola, implementada a través de canales, camellones y terrazas.
La distribución y ubicación de las tolas está relacionada con el control de los pisos ecológicos y las grandes obras de infraestructura agrícola, señala uno de los ensayos de este libro.
Emilio Guamán, coordinador del Frente de Defensa del Pueblo Caranqui, cree que la construcción de estos montículos artificiales se efectuó con bloques de cangahua, bloques de piedra caliza, que eran rellenadas con tierra. “Las tolas eran sitios destinados para la vivienda de los líderes, pero también lugares de ritos, ceremonias y espacios funerarios”.
A cada piso ecológico le correspondía un sistema de producción. El páramo, a 3 600 metros sobre el nivel del mar, estaba destinado para la cacería y la recolección de paja.
A 3 000 metros se encontraban las sementeras de papas, oca, melloco y quinua. Los valles templados de 2 000 a 3 000, en cambio, eran destinados al cultivo del maíz, además de zambo, fréjol y chocho.
Mientras que por debajo de los 2 000 metros y en las cuencas de los grandes ríos, además del intercambio intrarregional, se cultivaron el algodón, ají y la hoja de coca. Estos valles eran exclusivos de los yachacs o sabios. Naranjo asegura que en conocer la historia de los caranquis está la clave para comprender el actual desarrollo de la región norte del país.
Pero otro punto vital es el conflictivo tema de la identidad. “Los caranquis fueron casi exterminados por los incas y después por la conquista española, pero su memoria sigue viva, así como sus descendientes”, señala el documento.
Sin embargo, en la actualidad las tolas de los caranquis, como Socapamba, en el norte de Ibarra, están convertidas en invernaderos y complejos turísticos. En sitio había 67 tolas.
César Guerrero, responsable de Patrimonio del Municipio de Ibarra, reconoce el deterioro de Socapamba y señala que es necesario aprobar una nueva ordenanza municipal, que posibilite el cambio del uso de suelo. “Ahí deben quedar varias tolas como testimonio de lo que fue Socapamba”.
Guamán lamenta que también varios de estos montículos artificiales, situados en la parroquia de Caranqui, en el sur de Ibarra, hayan desaparecido por la utilización de la tierra en elaboración de ladrillos.
En uno de los pocos montículos que aún quedan en pie, el Frente de Defensa implementó un reloj solar para comprobar el cálculo del Inti Watana (Calendario solar).
En Huataviro, en la parroquia de San Antonio, el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, hizo durante dos años una investigación en otra de las tolas, tras descubrirse varias tumbas funerarias, en el 2010.
Entre los objetos hallados están una máscara de oro y cobre que pertenece a la cultura Caranqui; además de anillos, pectorales, collares de conchas.
En el sitio se planeaba construir una urbanización, pero la obra fue detenida. Actualmente, en un costado del montículo artificial se ha construido una cancha de ecuavóley.
Guerrero señala que es necesario contratar a especialistas para poner en marcha los estudios en esos sitios arqueológicos. En Huataviro cree que se debe determinar que proyecto se puede ejecutar. “El Municipio tiene la responsabilidad de preservar cuidar, vigilar, mantener el patrimonio, especialmente que dejaron los Caranquis”.