Byron Rodríguez Vásconez, Editor de la Sección Cultura
Fabián Guarderas Jijón es un reconocido médico quiteño. Ha trabajado en los hospitales más importantes de Quito (Metropolitano, Eugenio Espejo…). Es docente universitario. Confiesa que desde hace más de 40 años es amigo del posible hijo que el mayor Augusto Pinochet habría concebido con una pianista quiteña, cuando el militar chileno fue profesor de la Academia de Guerra de Ecuador, entre 1956 y 1959. Aquí ofrecemos el testimonio de esa vivencia que ha marcado su vida.
HOJA DE VIDA
Fabián Guarderas J.
Nació en Quito, 1960. Doctor en Medicina y Cirugía. Posgrado y especialización en Psiquiatría cognitiva conductal. Ha hecho posgrados en Miami, Bogotá, Buenos Aires, Universidad Hebrea, Tel Aviv.
Ha publicado 16 obras (periodismo médico, psiquiatría y sexualidad, un libro de psicología, texto de la Universidad Central). ‘El hijo del general’ (2008).
“Yo conocí a Juan en el Colegio Militar Brasil, donde fuimos compañeros. Al principio no sabía quién era. Pero luego, la amistad se estrechó con él y otros dos amigos. En la adolescencia Juan era un chico normal, tranquilo. Su vida dio un giro intenso, difícil, cuando se enteró, por una casualidad, quién era su padre. Por los designios del azar: caminaba por la Plaza del Teatro y vio a un grupo de estudiantes, talvez de la Universidad Central, manifestando en contra del general Pinochet.
Las grandes fotos del general (de riguroso traje militar, bigote fino y lentes oscuros) que exhibían los jóvenes impactaron a Juan, porque en su casa de La Calama había tres fotos del general. Juan se quedó sin aliento al oír que los jóvenes gritaban: ¡abajo el dictador chileno!
Se dirigió a la casa. Vio la foto y pensó que era el mismo. Le preguntó a su madre, Piedad, y ella, primero sorprendida y luego sollozando, confesó: Sí, Augusto Pinochet es tu padre. Ella había luchado mucho tiempo para que Juan no se enterara por otras personas. Luego, en el colegio, nos pidieron a los amigos que lo cuidáramos. Y lo hicimos.
Un día, el coronel Jorge Salvador Chiriboga, rector del colegio, nos llamó a los cuatro amigos y nos explicó sin irse por las ramas y mirándonos fijamente a los ojos la verdadera identidad de Juan.
Tenía la autorización de la madre de Juan. El Rector pidió que tomáramos precauciones para protegerlo. El general Augusto Pinochet ya era dictador tras el derrocamiento del presidente Salvador Allende. El coronel Salvador, ferviente seguidor de Pinochet, también habló con nuestros padres. Nosotros, todavía chicos, no entendíamos mucho la situación política, tampoco la palabra dictador. Era 1975. Hay un detalle que no olvido: un día, Juan fue con un guardaespaldas y lo hacía cada vez más seguido. A Juan le llevaban y traían en auto. El hombre de terno negro pasaba las horas merodeando por el colegio de la 12 de Octubre, en el norte de Quito.
“Juan es idéntico al general Pinochet, es exacto”.
Fabián Guarderas
Médico quiteñoJuan comenzó una frenética búsqueda. En la casa halló cartas de amor escritas por el general a la madre. Yo he visto las cartas, pero no pude leerlas, por respeto. Encontró regalos, como una bella cimitarra árabe, una caja musical, una navaja suiza.
Con el tiempo Juan, ya maduro, rechazó la actitud política del padre. Su madre siempre le pidió que no contara el secreto, pues, según ella, le costaría la vida. Yo conocí que el general Pinochet entró al Ecuador de manera clandestina, al menos un par de veces.
Parece que el amor que el general sentía por Piedad era muy intenso y hacía todos los esfuerzos por verla. Creo que en Guayaquil se encontraron con Piedad y pienso que varias veces ella viajó a Chile, también de manera clandestina, para encontrarse con el general.
“El amor entre Pinochet y Piedad fue intenso, siempre se comunicaron”.Juan conoció poco a su padre. Hay una foto que he visto. En el antiguo monumento en la Mitad del Mundo están los tres: Piedad, Pinochet y Juan. Es una imagen sepia, imposible olvidarla.
Juan siempre ha sido un gran lector. Por eso se mantenía al tanto de lo que pasaba. Sé que libraba una lucha tremenda entre los afectos del hijo y las acciones duras del padre. El general no le dio el apellido, pero afectivamente estuvo muy ligado a Piedad. Fue uno de esos amores que marcan la vida. Leí en la prensa que doña Lucía Hiriart, esposa del general, ha dicho que la existencia del hijo quiteño es una habladuría.
Pero Juan está dispuesto a practicarse un ADN para revelar su identidad.
¿Se trata de un fantasma? No. Es un ser sensible, inteligente y muy preparado. Quien le ve se asombra con la pinta. Tiene la estampa del padre: alto, corpulento, peinado hacia atrás. Vi una foto del mayor Pinochet y en televisión conocí a los medio hermanos de Juan. Yo creo que él es el que más se parece al padre. En la portada de mi libro está una foto de Juan, solo, a los 14 años, en un paseo al volcán Pichincha.
Juan me ha dicho que quiere tomar acciones legales contra dos periodistas chilenos, Claudia Farfán y Fernando Vega, autores del libro ‘La familia. Historia privada de los Pinochet’, en el cual al parecer se toman atribuciones y nombran a la madre. En ese libro, los periodistas la llaman “Piedad Noé”, lo cual es falso, no era ese su apellido (ella murió hace cuatro años).
Si ahora doy este testimonio es por pedido de Juan. Le ha causado mucho dolor que hablaran así de su madre. La amó mucho. Además, los chilenos ni siquiera nombran dos libros que dieron la primicia, de una manera novelada claro, sobre la existencia de Juan: ‘El hijo del general’, de mi autoría, y una novela de un autor ecuatoriano, editada por Planeta en 2007. Juan, ahora bordeando los 50 años, acepta las versiones de los dos libros, porque en ellos hubo respeto a la memoria de Piedad. A fin de cuentas hubo un amor intenso.
Juan, por miedo, no ha revelado su identidad. Teme por su vida. Sufrió dos intentos de secuestro en Quito, pero logró huir. Pero ahora está animado a hablar y enseñar las pruebas. Será su mejor defensa.
Piedad, una bella pianista
Yo recuerdo a Piedad joven y bella. Alta, de pelo castaño, ojos almendrados, era concertista de piano. Amaba a Bach y a otros clásicos. Cuando yo iba a la casa de La Calama, en La Mariscal, la veía tocando su piano de cola, sumida en la música, talvez evocando su amor. Era muy culta. Nos brindaba jugos y sánduches. Piedad nunca se casó y se dedicó a cuidar a Juan.
Cabalgando por los bosques de Cotocollao
A finales de los cincuenta, Quito era una ciudad recoleta. En el actual Cotocollao había bosques. Había haciendas. Por ese paisaje que hoy es solo recuerdo, Piedad y Augusto montaban a caballo. Sé que hay fotos de esos tiempos. El primer encuentro del mayor y Piedad fue en el viejo Círculo Militar. Ella tocaba el piano. La esposa del mayor Pinochet era fuerte y cuidaba mucho al marido, asistían a pocas reuniones. El mayor fue solo a una recepción en el Círculo Militar y fui ahí cuando se encantó con la belleza de Piedad y su dominio del piano.
Conversaron. El chofer del mayor llevó a Piedad a casa. El amor fue clandestino hasta que algún militar le comentó a Lucía, quien los sorprendió en el bosque cercano al cuartel Vencedores, en la avenida De la Prensa. Lucía Hiriart tomó la decisión de volver a Chile con los hijos. Pinochet se quedó acá. Debía concluir su misión como profesor de Geografía Militar en la Academia de Guerra de Ecuador.
La historia de Chile pudo haber dado un vuelco si él se quedaba en Quito. Sé que intentó quedarse. Estaba enamorado de Piedad. Pero ella le dijo que debía retornar a su país y continuar la carrera. Pudo haber dejado las armas y quizá sufrió una crisis interna hasta que decidió volver.
La comunicación nunca se rompió, mediante cartas o teléfono. Cuando Piedad murió, el general pidió a los amigos de aquí (muchos de ellos militares) que llevarán flores al cementerio. El mayor, en ese tiempo, se emocionó cuando supo que Piedad esperaba un hijo. Nunca se despreocupó por los dos. Conozco que Pinochet invirtió en dos empresas ecuatorianas para que las acciones ayudasen a Piedad y a Juan. A raíz de la muerte del general una de las empresas dejó de entregar fondos a Juan y esto le ha causado molestias.
En este tiempo recuerda al general sin rencor ni cariño. Es un recuerdo frío. Siente malestar por la publicación del libro de Chile. Por eso insiste en que quiere hablar.
Juan es casado. Tiene dos hijos. Yo les preparo a los chicos, desde el punto de vista psicoterapéutico, para que ellos asuman la revelación de quién fue su abuelo. La esposa sabe todo.
Juan guarda medallas del general en un cuadro bien enmarcado. Es muy activo, tiene una gran biblioteca, le encanta la historia y la literatura. Estudió Derecho. Recuerdo ‘Los Miserables’, de Víctor Hugo, con una firma: Augusto Pinochet Ugarte, que está en la biblioteca. Yo lo saqué . Vi la firma”.