Redacción Deportes
Cabecear de buena manera un balón es fundamental en el fútbol. Aproximadamente 20% de los goles viene de tiros cabeceados. Un jugador debe poder pasar, tirar, despejar e incluso controlar la pelota usando su cabeza, desde una posición de pie, saltando o tirándose hacia el esférico.
A los jugadores más jóvenes se les aconseja empezar a cabecear la pelota a temprana edad, utilizando una pelota que sea liviana y suave para evitar el riesgo de una lesión en la cabeza. Y como es de entender, algunos chicos tendrán miedo de cabecear la pelota por temor a golpearse. El entrenador debe disipar este temor, usando prácticas introductorias seleccionadas y dándoles ánimo.
A esto se liga otro aspecto clave, que es el valor. Un ejemplo de ello es la clásica ‘palomita’, que aunque es espectacular, puede algunas veces poner al jugador en riesgo de lesión. Es una de las acciones de gol más satisfactorias.
También es fundamental buscar directamente el impacto a la pelota, es una técnica importante. Por miedo, los jugadores jóvenes pueden cerrar sus ojos y dejar que el esférico golpee su cabeza, cuando el propósito es atacar la pelota firmemente.
Otro factor que se debe superar es la tendencia a cerrar los ojos cuando se está a punto de cabecear el balón. Los ojos siempre necesitan estar abiertos hasta el impacto y fijos en la pelota, y el cuerpo en posición alineada.
La fuerza que el futbolista aplica al balón no debe venir de los músculos del cuello, aunque sí se utilicen. El inclinar hacia atrás la parte superior del cuerpo y propulsar la cabeza al frente producirá mucha más potencia.
La mejor prevención para posibles consecuencias negativas al cabecear está en perfeccionar la técnica. Para que el impacto sea menos intenso, se debe golpear con la frente y utilizar los músculos del cuello solo para que sea la cabeza la que busque el balón, y no lo contario.
Así se han destacado grandes cabeceadores en el país como Ebelio Ordóñez o el histórico Agustín Delgado.