Con el triunfo de Laura Chinchilla en Costa Rica, ¿es pertinente hablar de una tendencia de una mayor presencia de lideresas políticas en la región?
Creo que debería verse este proceso desde una óptica más general. Sin duda, esto tiene repercusiones en América Latina, pero me da la impresión de que se trata de un proceso de más largo plazo que, en general, se viene dando en Occidente. Esto que es común en Europa, por ejemplo, se está haciendo cada vez más común en Latinoamérica.
¿Cómo se debe entender el ascenso al poder de Bachelet en Chile, Fernández en Argentina y ahora Chinchilla en Costa Rica?
Dentro de esta perspectiva más generalizada, creo que estamos hablando de una apertura general de los sistemas políticos . De alguna manera, las pasadas elecciones en EE.UU. son paradigmáticas en ese sentido, pues hubo una apertura a grupos tradicionalmente excluidos del poder.
A propósito de EE.UU., ¿tiene asidero el argumento de que Hillary Clinton no venció porque en ese país imperaba la ‘Obamanía’?
Eso sería simplificar demasiado el cuadro. Hillary Clinton tenía seguidores muy convencidos, pero también tenía importantes detractores. Y lo mismo sucedía con Barack Obama. No es que Hillary Clinton no ganó porque Obama era el contendiente. Cada uno tiene su grupo de apoyo y en ese sentido, ganó Obama por las perspectivas de cambio que ofrecía. Hillary Clinton no era percibida como un cambio.
¿Qué explica que una mujer, Dilma Roussef, tenga altas posibilidades de suceder a Lula da Silva en Brasil?
Yo creo que esto se puede entender de dos maneras. Hay un machismo o una discriminación contra la mujer, que se presenta a un nivel doméstico, y que es general en la región. Y, por otro lado, hay una apertura a la participación de las mujeres en la política.
¿Las mujeres tienen más posibilidades de llegar al poder en países con sistemas democráticos más fuertes?
Es preciso ver las diferencias y los patrones. Si, por ejemplo, vemos Asia, donde han llegado al poder lideresas como Benazir Bhuto (Pakistán) o Indira y Sonia Gandhi (India), estamos frente al caso de mujeres que más bien tenían una relación con el poder político que le venía dado por el nexo familiar. En estos casos, no necesariamente se debe a la solidez del sistema democrático, sino a una cuestión de saga familiar. En América Latina, en los casos de Michelle Bachelet y Cristina Fernández o Laura Chinchilla, sí se trata de países en los cuales las instituciones democráticas sí se han fortalecido. Pero más que hablar de sistema democrático consolidado, hablaría de instituciones fuertes.
¿Esas instituciones fuertes hacen que países tan disímiles como Alemania, Islandia, Croacia… tengan a mujeres en la jefatura de Gobierno?
Creo que sí. En esos casos, sí estamos hablando de instituciones democráticas muy sólidas.
¿Ecuador, que no tiene instituciones fuertes, aún no está listo para que una mujer mande en Carondelet? ¿Hay machismo como denunciara en su momento la ex vicepresidenta Rosalía Arteaga?
Ecuador sí está listo para tener una mujer en la Presidencia, y también existe machismo. Como ya dije, me parece que son dos fenómenos que se separan. A partir de las políticas más inclusivas de este Gobierno, la mujer del actual Ecuador tiene unas perspectivas que antes no poseía.
En Ecuador, no se respeta la cuota de participación femenina en los procesos electorales…
Ese es, precisamente, un proceso de afirmación. Estamos hablando de rezagos estructurales muy profundos que no se pueden superar en dos o tres años. Pero creo que vamos para allá.