Ahora, Suze podrá de una vez por todas descansar, lavarse y dejar de vivir entre los heridos, los saqueadores y las ratas. Ella accedió a una de las primeras grandes carpas que se erigieron en el centro de la devastada capital de Haití. Suze suspiró aliviada. Al fin podrá llorar a su hermana, quien fue una de las más de 111 500 personas que murieron en el devastador sismo, según el nuevo balance que dio ayer el Gobierno de Haití.
Cuando entró a la carpa que los militares franceses habían destinado para su familia, sus ojos se llenaron de lágrimas.
Suze Jean-François se acuesta sobre la tela inmaculada y alisa un pliegue con su mano. En la gran plaza Champs de Mars, unos 10 000 refugiados vivían en la miseria desde el terremoto. Se acabó. “ Nuestra patética y horrorosa vida ahora parece más fácil. Parece que finalmente podré dormir esta noche”, dijo.
Desde que el sismo azotó a su país, Suze, una jardinera de 28 años, dormía sobre un bloque de hormigón con su madre, su madrina, sus hermanas de 15 y 16 años, su hermano (26), una niña de 2 y algunos primos.
No tenían siquiera una sábana para protegerse del fuerte sol caribeño durante el día ni del frío en la noche. Eran víctimas de los mirones cuando se bañaban, de hombres jóvenes que intentaban acercarse a las jóvenes mujeres, de las ratas que se escabullían por el campamento desparramando basura y excremento. Se escondían para comer sin temor, cuando obtenían algo mientras tantos otros aún permanecían hambrientos.
Pero no todos los sobrevivientes han tenido tanta suerte. Aparte de los que todavía permanecen sin techo, hay miles de heridos. Algunos de estos se encuentran frente a las costas de Puerto Príncipe, en el barco hospital estadounidense Comfort. En la nave atienden a 221 pacientes, casi la mitad son niños.