Redacción Cultura
La agrupación teatral argentina La cuarta pared no renuncia al teatro político, al teatro de la memoria. Actualmente, se encuentra en Quito para presentar su obra ‘La orgía’, en la Casa Teatro Malayerba.
Su trayectoria (18 años) se corresponde con la historia de América Latina. Ellos han recorrido toda la región, haciendo del teatro la mejor herramienta para eliminar fronteras y profundizar en el conocimiento del ser humano sudamericano. La primera vez que llegaron al país fue en 1995, entonces realizaron alrededor de 25 funciones. Luego han vuelto a Quito dos veces más.
Aquí han estrechado lazos de amistad con Arístides Vargas y el teatro Malayerba. Este hermanamiento ha sido influyente en la búsqueda de una poética propia. Acaso igual de influyente que su relación con el colombiano Enrique Buenaventura, autor de la pieza que presentan en la capital.
“El hecho de recorrer Latinoamérica, de conocerla a fondo, de convivir con ella ha sido decisivo en nuestra creación, en el tipo de teatro que queremos hacer, en nuestra dramaturgia”, señala Horacio Rafart, quien junto con Gustavo Delfino fundó el grupo en la ciudad de La Plata, en 1992.
Su obra trata lo social, lo político, lo histórico, desde una mirada irónica, metafórica, inquietando al espectador, buscando sorprenderlo y obligarlo a reflexionar. Su labor consiste en devolver a la realidad su presencia escénica, muchas veces con humor ácido.
Lo panfletario no tiene lugar en sus piezas teatrales, tampoco lo didáctico, ellos buscan retratar la problemática del hombre actual, de la vida de la calle. Allí, entre el pavimento y las bocinas completan sus procesos creativos, codo a codo con el mendigo, con la prostituta, con los ‘cartoneros’, con todos aquellos a quienes representan en las tablas.
Las obras de La cuarta pared están atravesadas por las propias vidas de sus integrantes, es decir, que llevan en su espalda la carga de su historia, de su dolor y de su alegría.
Asimismo, en sus obras se intercambian los diversos estilos de hacer teatro, sobre escena pueden confluir la farsa, la comedia del arte, el teatro de imagen, el teatro popular, entre otros caminos de interpretación.
También trabajan con la escritura de sus alumnos del laboratorio que dirigen en su país, quienes aportan en la identidad del grupo, en su palabra.
Ellos ven al teatro como un espacio generador de reflexión. “Que sea muy alto el nivel de creación artística, pero muy claro y directo también el cuestionamiento a la realidad”, indica Delfino.
Si les cuestionan sobre su tipo de teatro y les instan a cambiarlo, a hacer algo más experimental, ellos están bien plantados en su revolución. Delfino sabe qué responder: “¿Acaso hacer algo innovador es convertirse en alguien más indiferente?”. Su obra emblemática es ‘Treblinka’, pieza con 10 años de vida.