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El cierre del puente de Rumichaca trastocó la vida de los pobladores fronterizos

Las trochas, cerca del río Carchi, son las rutas que utilizan los ciudadanos para cruzar informalmente la frontera. Foto: Washington Benalcázar / EL COMERCIO

Las trochas, cerca del río Carchi, son las rutas que utilizan los ciudadanos para cruzar informalmente la frontera. Foto: Washington Benalcázar / EL COMERCIO

Las trochas, cerca del río Carchi, son las rutas que utilizan los ciudadanos para cruzar informalmente la frontera. Foto: Washington Benalcázar / EL COMERCIO

La apertura de la frontera entre Ecuador y Colombia aún no tiene fecha oficial. El presidente colombiano, Iván Duque, planteó abrirla 1 de noviembre próximo. Mientras, el Comité de Operaciones de Emergencia de Tulcán (COE) sugirió que el cierre continuara hasta el 31 de diciembre.

Bayardo Martínez, jefe político de Tulcán, explica que las propuestas se analizan a nivel de cancillerías, en busca de una fecha en consenso.

Los pasos fluviales, marítimos y terrestres están cerrados desde el 18 de marzo, como estrategia para contener la expansión del covid-19.

Esa medida trastocó la vida de ciudadanos que residen, trabajan o estudian en Ecuador y Colombia. Es el caso de Geovanny Muñoz, quien vive en Ipiales con su esposa y su hija, pero labora en una radio de Tulcán.

En mayo, tras dos meses de permanecer en cuarentena junto a su familia, tuvo que regresar a laborar.

Como estaba cerrado el puente de Rumichaca, el principal paso entre Ecuador y Colombia, decidió cruzar por una trocha.

Así lo hacen las personas que se movilizan de un país a otro, a pesar de la restricción. Suben y bajan montañas y atraviesan ríos. Antes, Muñoz viajaba a diario de su casa al trabajo tomando dos buses. Pero ahora ingresa a Ecuador los lunes y retorna a Colombia los viernes, para compartir el fin de semana con sus seres queridos. Este cambio le implica mayores gastos en alimentación y hospedaje.

Martínez cuenta que la fuerza pública destruye permanentemente los troncos que se colocan como puentes sobre los ríos, en las trochas de la frontera. Sin embargo, la gente los instala nuevamente en otros puntos.

El Jefe Político calcula que hay 38 pasos informales, que también son utilizados para el contrabando de alimentos, drogas, armas, entre otros.
Por uno de ellos cruzó hace 15 días, de Ecuador a Colombia, María Realpe, quien es colombiana pero reside en Tulcán. Acompañada de un hijo fue a Ipiales a visitar a su hermana Alba, quien estaba enferma. No la veía desde hace siete meses.

El radiodifusor Geovanny Muñoz vive en Ipiales, Colombia, y trabaja en Tulcán. Los fines de semana retorna a su casa.

Hay muchas familias que tienen parientes en los dos lados de la frontera y que ahora no pueden verse, porque está prohibido el paso fronterizo. Así comenta el colombiano Edelberto Portilla, de 85 años, él y su esposa, la ecuatoriana Cleotilde Rosero, de 75, tienen una casa que fue construida sobre el límite internacional, en la parroquia Urbina. “Usted está en Colombia y nosotros en Ecuador”, explica parado en una esquina de su cocina.

Johathan Romero, nieto de la pareja, también vive en Urbina (Tulcán). Estudia Administración de Empresas en la Corporación Unificada Nacional de Educación Superior, en Ipiales. Ahí, se forman también 15 de sus vecinos.

Mientras que en la Universidad Politécnica del Carchi, 98 de los 3 452 estudiantes son colombianos.

Debido a la crisis sanitaria, Romero recibe clases virtuales. Asegura que todo va bien y que no ha tenido la necesidad de ir a Colombia.

Es una situación contraria a la que viven los gemelos Josué y Aldair Conforme, de 13 años. Ellos residen en Tulcán y tienen discapacidad auditiva. Antes de la pandemia estudiaban en el Instituto Politécnico Marcelo Miranda, de Ipiales, que ofrece educación inclusiva. En Carchi no hay planteles especializados que acojan a personas sordas.

La madre de los adolescentes, Alexandra Pailacho, asegura que no pudieron continuar con la educación virtual, porque no pueden oír. Ellos, al igual que 10 niños y jóvenes con discapacidad auditiva de Tulcán, se retiraron del año escolar anterior por la misma razón.

“La educación virtual para las personas sordas es nula. Es un problema grande para nuestras familias”, lamenta Pailacho. Hoy buscan el apoyo del Instituto Nacional de Audición y Lenguaje, de Quito. Pero aún no tienen respuesta.

A pesar de los inconvenientes que genera el cierre del límite internacional para las familias que viven en la frontera, la mayoría coincide en que su apertura podría causar más problemas sanitarios, por la movi­lización de más personas.

Comerciantes piden que se reactive el paso por el Puente Internacional en Huaquillas.