Rendido agradecimiento debo a Quito, mi ciudad nativa, sus autoridades y público en general, por haberse dignado manifestarme su amistad y afecto con motivo de mi renuncia al cargo de Cronista de la Ciudad y Director del Archivo Metropolitano de Historia, en cumplimiento de la reciente ley que establece la jubilación obligatoria a los 70 años de edad. Nacido en Quito el 4 de septiembre de 1926, he cumplido ya 84 años y no puedo seguir percibiendo sueldo proveniente del presupuesto estatal, por exiguo que haya sido. Terminado el papeleo necesario para mi retiro, el I. Concejo Municipal de Quito y su alcalde, Dr. Augusto Barrera Guarderas, se dignaron ofrecerme público homenaje, al que se adhirió mi distinguido amigo el vicepresidente de la República, Lic. Lenín Moreno. Se me entregó, luego de generosos discursos, una presea singular: aunque ya no podía seguir con el cargo de Cronista de la Ciudad, sí podía ostentar el título ad honórem de Cronista Emérito Vitalicio de Quito. Al efecto, el alcalde Barrera me entregó el documento que así lo acredita, finamente miniado, sellado y rubricado, honor sin paralelo que se otorga por primera vez y que recibo con humildad, es cierto, pero a la vez con alegría y satisfacción. Entre los numerosos asistentes al homenaje, para quienes expreso mi cordial gratitud, quiero destacar la presencia del ex presidente Dr. Rodrigo Borja, los señores Embajadores de España y Perú, el Rector de la Universidad Alfredo Pérez Guerrero, académicos de la Lengua y la Historia, así como representantes de la Casa de la Cultura. La Sra. Guadalupe Mantilla de Acquaviva, directora de EL COMERCIO y el presidente de la Asamblea Nacional, Dr. Fernando Cordero, me honraron con bondadosas adhesiones escritas. El acto terminó con una excelente presentación del Ensamble de Guitarras de la Ciudad. En mi discurso de agradecimiento intenté trazar sintética reseña sobre los valores esenciales de la capital del Ecuador, ciudad única en el mundo, por cuanto es a la vez ecuatorial y andina, amazónica y mar pacífica, mediterránea e integrante del Círculo Volcánico de Fuego. Muchas otras ciudades participan de alguna de estas condiciones, pero ninguna, salvo Quito, de todas ellas. El entrecruzamiento de los Andes con la Línea Ecuatorial hace de Quito ciudad ‘cruzada’, es decir con vocación, destino y misión.
La reiteración de ciertos hechos en su historia permiten afirmar que su vocación nacional le obliga a ser portaestandarte de tres principios fundamentales: Fe (religiosidad, santa Mariana, santo Hermano Miguel, santa Narcisa, consagración del Ecuador al Corazón de Jesús), Libertad (Revolución de las Alcabalas, los Estancos, Quito ‘Luz de América’ 10 de Agosto de 1809) y Cultura (Espejo, Mera y Montalvo) a los que se podrían agregar Justicia y Derecho. Aquellos acontecimientos, reiterados y reiterativos, configuran la identidad histórica del Ecuador, que debe ser afirmada y consolidada cada vez más y bienservida por todos.