Redacción Manta
En la estancia social de la casa de Fabiola Corral, ubicada al filo del puente Rojo (San José) y a orillas del río Portoviejo, existe un sitio especial. Se trata del espacio donde se encuentra la única colección de payasos que existe en la capital manabita. Suman 87 en la actualidad. Los hay de 15 nacionalidades.
La afición de Corral por los payasos nació en uno de sus viajes fuera del país. Esta abogada, en una de sus visitas a Miami, en 1977, adquirió sus tres primeros payasos en una tienda de esa ciudad. “Estaban en una de las esquinas del local. Fue algo gracioso, pues me parecía que estaban tristes a pesar que sus rostros reflejaban lo contrario, los compré, desde allí empezó todo”.
Ella cuenta que respeta mucho al payaso, aquel personaje de carne y hueso que se gana la vida sacando sonrisas a la gente. “Es un trabajo fuerte, el payaso debe estar siempre alegre, aunque en su interior tenga problemas como cualquier ser humano”.
La colección de payasos tiene dos fases. La primera fue obtenida desde 1977 hasta 1998, cuando el fenómeno El Niño de esos años devastó una buena parte de la geografía manabita.
La casa de Fabiola, al estar en la margen izquierda del río, sucumbió después de una creciente de gran magnitud.
“Simplemente el agua acompañada de lodo, basura y madera cubrió mi casa. Entonces la primera colección de 150 payasos quedó bajo el fango y el agua”, recuerda, y la tristeza se nota en su voz.
A algunos los pudo rescatar de entre el fango, entre ellos a sus tres primeros, que habían subsistido al embate de la naturaleza. Entonces empezó la segunda colección. Los ejemplares adquiridos en Miami son nuevamente el pilar de la muestra.
Hay payasos en cerámica, plástico, madera y tela. Las figuras provienen de España, Andorra, Francia, Alemania, Italia, Estados Unidos, Panamá, México, Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Perú, Colombia y una buena parte del interior de Ecuador.
Los amigos más cercanos de Fabiola saben qué regalarle en cada cumpleaños. También se acuerdan de su afición cuando viajan fuera del país y le compran un payaso para obsequiarle.
En la vitrina de su casa tiene 84, tres de ellos en miniatura. Otros tres, los más grandes, de 40 centímetros de largo adornan la mesa de centro de la sala.
Su afán por la recopilación de payasos recibió una recompensa que no esperaba. En honor a su colección, desde hace dos años, su hija María Fabiola le festeja sus cumpleaños con un show de payasos que contrata en Portoviejo.
A esta abogada le agrada que en las funciones los payasos incluyan un buen repertorio de chistes, sobre todo de los ‘colorados’.
“Son fiestas para adultos, entonces nos liberamos de los formalismos y simplemente escuchamos con atención aquellos chistes con mucha sazón, especialmente esa sazón manabita que le pone una amplia sonrisa a la vida, de la misma manera que la de los payasos”, concluye.