Marco Arauz Ortega. Subdirector
Quienes todavía se sienten atraídos por las cadenas gubernamentales, y además no tuvieron cortes de energía eléctrica, pudieron ver el martes por la noche un producto maniqueo y manipulador. La producción, una antología de los ‘mejores’ ataques a la prensa que no depende del Gobierno, iba dirigida, como parte de un plan global, a argumentar la necesidad de una Ley de Comunicación. ¿Los estrategas están cumpliendo su objetivo?
Cuando la autoridad -pues se supone que la Secretaría de Comunicación lo es- usa en su pieza maestra un video apócrifo producto del hurto y la manipulación, no solo rebasa los límites de la ética y las normas periodísticas que reclama, sino también deja evidencias claras sobre su autoría.
Pero más allá de esas artimañas con las cuales se quiere servir al poder, el hecho es que los autores de la cadena no dudaron en pasar al terreno de la campaña sucia, lo cual significa dejar atrás cualquier intento de periodismo serio. Y eso nos devuelve al debate central: ¿cómo creer a un Gobierno que dice defender la responsabilidad ulterior y el derecho a la réplica en aras de la información veraz, pero se siente eximido de cumplir las más elementales normas del equilibrio informativo y no responde a nadie por las generalizaciones e injurias?
Por lo demás, si hoy es incapaz de hacer un uso responsable de espacios oficiales -no solo en los medios privados sino en los denominados públicos-, es fácil imaginar qué pasaría si esos espacios quedan liberados, como señala el proyecto de ley, a las principales autoridades del Estado y sin restringirlos a lo informativo.
Aún obnubilados por los resultados de las campañas en seguidilla y por una propaganda que terminó desfasándose con la realidad, los estrategas ni siquiera se percatan de que están desnudando su estilo y sus contradicciones.