“Quiero que sea bonita, que tenga flores y juegos” fue la respuesta de un niño del noroccidente de Pichincha a la pregunta de ¿qué pediría a las autoridades para su escuela? ¿Qué está tras este pedido? … Un profundo anhelo de los niños y niñas de bienestar y realización a través de la estética y del placer. Piden belleza, colores, aulas luminosas y confortables, techos adecuados no de zinc ni de asbesto. Demandan jardines, margaritas, gardenias, claveles y rosas.
Solicitan juegos, no solo los consabidos canchones pedregosos o encementados para básquet o fútbol, sino también sube y baja, columpio, resbaladera y escalera china.
Esta voz de los niños aporta puntos no muchas veces tomados en cuenta por los planificadores que diseñan la calidad educativa desde los escritorios ni por los políticos desde sus curules.
Hace poco se preguntó a un grupo de quiteños ¿qué pedirían al nuevo Alcalde para su ciudad? Muchos, como los niños del noroccidente, dijeron que Augusto Barrera haga de Quito una ciudad bonita. Con flores, más árboles y parques con juegos. Sin tantos letreros y sin esos millones de alambres eléctricos que cruzan y afean sus calles y avenidas. Con barrios, edificios y viviendas que respondan a propuestas de orden y planificación ecológica y moderna.
La administración municipal venidera tiene el reto de las megas construcciones como el “metro” para solucionar la movilidad. Le toca impulsar proyectos imaginativos para el cuidado del medio- ambiente y hacer de Quito una ciudad verde. Tiene que llevar adelante un proyecto educativo para convertirla en ciudad educadora, creadora de ciencia y tecnología y de trabajo para sus habitantes. Pero también tiene que hacer de esta una ciudad-región con proyección de cien años y por supuesto tiene que hacerla más hermosa, acogedora y humana.
Para hacerla más linda no se requerirá de una enorme inversión de dinero, pero sí de una entusiasta organización y una gigantesca participación colectiva. Se tendrá que retomar la minga para pintar las casas, cuidar los parques y parterres, regar los árboles, sembrar flores y limpiar las calles. Habrá que hacer un esfuerzo concertado para eliminar la polución publicitaria y de sonido.
Se requiere de responsabilidad, voluntad y acción colectiva. Se necesita un esfuerzo individual para por ejemplo no ensuciar la ciudad, barrer la vereda de enfrente de la casa, o no hacer “pipí” a vista de todos, como lamentablemente se ve con más frecuencia a desaprensivos e irrespetuosos habitantes o visitantes de la ciudad.
Cabildo, colectividad y vecinos a título individual tenemos que comprometernos en hacer de Quito nuevamente una ciudad en la que nos dé orgullo y gusto vivir. Esto significa colocar también a la estética como eje de la política del alcalde Augusto Barrera.