Washington, DPA
Los estadounidenses fueron los pioneros del ciberespacio y hasta hoy eran los comisarios de la web.
Oficialmente la comunidad de Internet se administra sola a través de la Icann. Pero el poder de las empresas y expertos allí representados finalizaba en el veto de Washington.
Finalmente se vislumbró el cambio: el presidente Barack Obama compartirá su poder con otros, al menos un poco. Sin la Icann nada funciona en Internet, la organización es algo así como una autoridad como la del tránsito o la agricultura.
Por un lado mantiene a punto el sistema de dirección del tránsito, el llamado Domain Name System.
Este une a cada ordenador que está conectado a la red global en cuestión de segundos con servidores de Internet en Bombay, Buenos Aires o Boston. Por eso su nombre: Corporación de Asignación de Nombres y Números en Internet. Por otro lado la ICANN controla los dominios de alto nivel como los “.com”.
El otorgamiento de nuevas extensiones, que puede llevar años, permite ir ampliando el ciberespacio.
La influencia de Estados Unidos en esta organización tiene motivos históricos, ya que Internet comenzó como un experimento puramente norteamericano.
En octubre de 1969 dos expertos en informática de Los Ángeles y Stanford conectaron sus dos macroordenadores por un tramo de 500 kilómetros. Ese fue el principio de la interconexión mundial.
El trabajo de las recientes ciencias informáticas se debe a la institución de investigación Arpa. Los estadounidenses querían ganar la Guerra Fría a los soviéticos gracias a la tecnología de punta.
“El control sobre Internet estaba en ese entonces en manos de sus descubridores”, explicó Wolfgang Kleinwächter, profesor de política de Internet en la Universidad Aarhus en Dinamarca.
En la medida que cada vez más empresas y usuarios privados descubrieron las ventajas de la interconexión ilimitada, el gobierno de Bill Clinton privatizó la institución de control y fundó la Icann en 1998. “Se trata de una compañía privada con un directorio internacional”, indicó Kleinwächter.
Desde entonces los usuarios y empresarios de Internet pueden participar de la misma. De todas formas, Estados Unidos tenía la última palabra.
Para ello se firmaron dos contratos: el “Joint Project Agreement” (JPA), que expira en octubre, que obligaba a la Icann a informar regularmente al Departamento de Comercio sobre sus decisiones.
Otro acuerdo vigente hasta 2011 le garantiza a Estados Unidos el control sobre los servidores raíz, que dirigen todo el tránsito de datos. De esta manera, teóricamente podrían desconectar a países enteros de la red.
Entre tanto, los juegos de poder se volvieron más sutiles. Por ejemplo, la derecha católica intervino en el Congreso estadounidense cuando una empresa solicitó el dominio “.xxx” para películas pornográficas.
“Los lobbistas utilizaron su influencia en Washington y Washington utilizó su influencia en la Icann “, relató la experta en la institución Jeanette Hofmann, del centro de investigación en ciencias sociales de Berlín. Finalmente fracasó la creación de un dominio para este tipo de productos.
Otros países demandan desde hace años un fin del dominio de Estados Unidos en la materia.
China quiere establecer una especie de ONU de Internet, mientras que la Unión Europea (UE) está a favor de una privatización completa de la organización, en la que los gobiernos tengan sólo una función asesora.
Mientras que el gobierno de George W. Bush era más intransigente, las cosas podrían cambiar bajo la administración de Obama.
Washington firmó hoy un acuerdo con la Icann que le da más independencia a la institución para coordinar el sistema.
El acuerdo establece que el organismo sea “independiente y no sea controlado por ninguna entidad” y determina que la Icann continúe siendo una organización privada y sin fines de lucro.
El gobierno estadounidense y la Icann acordaron que Washington no controlará “ninguna instancia” de la organización. En su lugar, diversos grupos de interés coordinarán el trabajo. Pero el gobierno de Obama no renunció a todo el control sobre la institución: la Icann se comprometió a no dejar su sede en Estados Unidos. De esta forma se garantizó la vigencia del acuerdo por el que Washington controla los servidores raíz.