Redacción Tulcán
La frutilla sobresale en cada surco protegido por un plástico negro. El calor sofoca al campesino Francisco Carranco, quien inspecciona el cultivo y retira las hojas marchitas para proteger a la fruta.
Él y su hermano Marcelo sembraron la frutilla hace siete años en la parroquia de San Isidro, en el cantón Espejo (Carchi). Es el único lugar de la provincia donde se cultiva esta fruta.
Poca producción
En Carchi, la familia Carranco es la única que comercializa la frutilla. Hay campesinos que cultivan en pequeñas proporciones para su consumo. La fruta para abastecer a la provincia llega desde Imbabura o Pichincha.
En la parroquia de San Isidro, en el cantón Espejo, la mayoría de agricultores se dedica a la agricultura y la ganadería. Las últimas condiciones climáticas afectaron la producción.Lo hicieron por una sugerencia de unos amigos que tienen cultivos en El Quinche, parroquia rural de Pichincha. Ellos les dieron las semillas Osa Grande y Chandler, adquiridas en Argentina.
Los hermanos Carranco prepararon el terreno con abonos orgánicos y cascarilla de arroz en una superficie de 2 000 metros cuadrados para evitar las inundaciones y las bajas temperaturas.
En esta área sembraron 3 000 plantas y a los tres meses cada lecho dio una producción de 150 kilos semanales de frutillas grandes y gruesas. Gente de Ibarra, Espejo y Bolívar llega a comprarles, así como de la parroquia para preparar dulces, helados y postres. La producción era buena por las condiciones climáticas favorables, cuenta Marcelo.
Pero hace tres años, la producción bajó por el desgaste de la semilla y la sequía. Pese a ello invirtieron en un nuevo sistema de riego por goteo y construyeron su propio reservorio. Destinaron USD 2 600.
Cada dos días por dos horas se acciona el sistema que se conecta al reservorio y también se acciona el aspersor por una hora. Se lo hace a las 06:00 y 17:00. Así la tierra permanece húmeda y se reducen las plagas.
En el terreno también acondicionaron un espacio para la preparación de abono orgánico. Ellos reciben los desechos de cuyes, ganado y de gallinas que mezclan con desperdicios vegetales. También elaboran el biol.
El producto orgánico lo preparan cada tres meses para colocar en el terreno y así evitar la propagación de plagas. Pero a pesar de los cuidados tienen inconvenientes por la prolongada sequía. La producción disminuyó a 30 kilos semanales.
Francisco explica que no solo la sequía afecta. Según él, los siete años del cultivo también influyen. Él y su hermano Marcelo limpiaron el mes anterior una parte de los 150 lechos para cultivar una nueva semilla. “Los técnicos nos recomendaron que un cultivo debe producir máximo tres años”. Comprarán una nueva semilla en Pifo, que a diferencia de la actual, saldrá de un vivero. Todavía no definen cuántas plantas, pero ya preparan el abono orgánico y el biol para fertilizar el terreno.
La intención de los Carranco es que los campesinos de la zona que se dedican al cultivo de hortalizas y papas diversifiquen la producción y se inclinen por la siembra de frutilla. Marcelo dice que se abriría el mercado, pues en la provincia es el único que siembra frutilla para la comercialización.
Aunque ha habido campesinos que se han interesado al inicio, pero cuando se les habla de los cuidados del cultivo y de la inversión se desaniman. Hay que dedicarle tiempo al cultivo, dice Francisco mientras continúa con el chequeo de la fruta.