En el Puerto Artesanal Pesquero de Esmeraldas se ofrecen artesanías. Foto: Marcel Bonilla / EL COMERCIO
La actividad pesquera en el Puerto Artesanal Pesquero de Esmeraldas se complementa con la entrada en funcionamiento de los locales para venta de pescado fresco, comida, artículos de primera necesidad y artes de pesca.
Atrás quedaron los pequeñas tiendas construidas con retazos de madera, que daban mal aspecto, para dar paso a locales ordenados con mayor variedad de productos comestibles y materiales de pesca que ahora se compran en el interior del recinto portuario.
Líder Mero, uno de los pescadores, compra piola, anzuelos y plásticos en un un local de venta de materiales de pesca. Encontró variedad, ya que se consiguen hasta repuestos de motores fuera de borda para la reparación de sus máquinas.
Pero no solo eso. Jahaira Piñeiro es una de las propietarias de uno de los 10 locales comerciales. Vende desde arroz, azúcar, plátano, coco, carne, pollo, con la que no solo abastece a los pescadores, sino a las personas que preparan alimentos en el puerto.
Cuenta que las ventas son buenas porque ahora los pescadores no tienen que comprar los víveres en el mercado o en la tienda de su barrio para llevar a la faena, pues lo hacen allí.
“Lo bueno es que es no tienen que pagar por el transporte como lo hacían antes”. Su negocio está cerca al patio de comidas y a unos metros de los locales de mariscos.
Hasta ahí llega el rico olor a encocado de albacora que se dispersa por todo el corredor. Esa es una invitación a degustar una de las 12 variedades de platos preparados con mariscos frescos, parte de la gastronomía esmeraldeña.
La ubicación del patio de comidas permite observar toda la dársena del puerto mientras se degusta un encocado de raya, jaibas, langosta, albacora, pateburro (caracol de mar), aserrín de toyo, tapado de pargo o pez jurel.
Desde hace dos meses, los más de 3 000 pescadores y usuarios del Puerto Artesanal Pesqueros de Esmeraldas cuentan con un sitio que les permite degustar los alimentos, sintiendo la brisa marina y la del río Esmeraldas, por estar cerca.
Esta área es parte de las obras del Puerto que son construidas con una inversión de USD 25 millones (92% de avance de obra), para un mejor servicio a los usuarios y optimizar el tratamiento de la producción pesquera con fines de exportación.
El pescador Marcos Tulio Góngora, después de faenar, degusta un encocado de pateburro (caracol de mar) en uno de los 200 espacios que hay en el patio.
Luce cómodo y con un mejor ambiente. Puede relajarse y conversar tranquilo de lo ocurrido durante su labor, mientras espera su pedido.
Hasta hace dos meses, Góngora comía en una de las covachas de madera que se usaban como comedores, techados con plásticos para ampararse del sol, y sobre una mesa de madera rústica cubierta con manteles y sillas plásticas. Eso cambió.
Foto: Marcel Bonilla / EL COMERCIO
El fogón estaba muy cerca de las mesas. El área resultaba estrecha para las mujeres que vendían comidas desde hace 20 años en esas mismas condiciones.
“Así eran los comedores que estaban al aire libre y cerca de los sitios en los que se depositaban las vísceras de pescado, que emanaban olores fuertes cuando el sol daba sobre ellos”, describe Góngora.
Las condiciones eran insalubres porque se habían acostumbrado a comer en medio de escenarios que atentaban contra la salud, dicen los mismos.
“Desde que se ocuparon las áreas del Puerto de Esmeraldas, hace dos meses, se evidencia un mejor dinamismo en las distintas áreas, por todo el comercio que se genera”, opina el presidente de la Cámara de la Pesquería, Rafael Vergara.
Una de ellas es la gastronómica. Cerca de 20 esmeraldeñas se dedican a preparar los mejores platos con mariscos frescos, pues no solo atienden a los pescadores sino a turistas que llegan a conocer el Puerto Pesquero.
Mireya Copete es una de las mujeres que vende alimentos preparados. Tiene un promedio de ventas de USD 250 diarios, antes era de USD 150, desde las 06:00 hasta las 15:00. Hoy trabaja hasta las 13:00, porque los alimentos se acaban más rápido.
“Las ventas han mejorado pues que ahora vienen a comer personas de la ciudad a este sitio que es muy acogedor”, comenta.
Por la mañana se observa mayor movimiento en el patio de comidas, a causa de los pescadores que llegan a desembarcar su producción o a prepararse para una nueva faena.
También gustan de probar un rico aserrín de toyo en horas de la mañana como lo hace Leonardo Ávila, un armador pesquero que prueba la sazón de Mireya Copete.
Celia Angulo, otra de las vendedoras de alimentos preparados, ofrece 12 tipos de platos diferentes, el 90% tienen que ver con mariscos.
“Las ventas para todos aumentan durante la menguante, porque se registra mayor faenamiento, pero baja en un 30% cuando hay luna, porque los pescadores hacen un receso a sus labores”, explica.
Una de las preocupaciones de las microempresarias de la cocina es la falta de agua, pero el administrador del Puerto, Andrés Estrella, dice que se cuenta con su propia planta de tratamiento de agua que está en fase de prueba.
La obra es fiscalizada por Okles S.A y tiene un costo de USD 250 000; se estima que entre a funcionar a inicios de octubre.
La captación se realiza a 85 metros de profundidad en el mismo puerto y se producirá 600 m3 de agua diariamente, para atender la demanda de agua permanente.
Con esto se espera ir mejorando la operatividad del puerto que se encuentra avanzado en un 82%, por cuanto hay obras pendientes como los 300 metros de la vía principal y los pantalanes o zonas de atraque.