El Rocío (Déleg) recibía a los migrantes este mes por las fiestas y, ahora, está desolado. Foto: Lineida Castillo/ EL COMERCIO.
La pandemia del covid-19 trastocó los planes de los ecuatorianos que solían retornar de Estados Unidos o Europa para pasar Navidad y Año Nuevo con su familia y amigos.
Uno de los cantones donde más se siente su ausencia es Déleg, en el sur de Cañar. El pequeño poblado de 6 000 habitantes luce solitario, a diferencia de los años anteriores.
Los Cajamarca, Dután, Gavilánez, Quizhpe, Chauca y Cabrera son las familias más numerosas de Déleg, que arribaban para participar en la fiesta del Niño Jesús y hacer obra social durante diciembre, pero en esta ocasión no llegarán, se lamentan en Déleg.
En el centro cantonal y en las comunidades de El Rocío, Sigsipamba, Mesaloma, Nueva Alianza, Bayandel y Hormapala, de donde proceden mayoritariamente los migrantes, las viviendas continúan abandonadas y el silencio es casi permanente.
El concejal Ventura Chauca calcula que este mes regresaban cerca de 600 personas al cantón cañarense. No hay cifras oficiales, pero la disminución es evidente en los aeropuertos, en los pueblos y en las fiestas religiosas donde prevalecía su presencia.
“No hay migrantes recién llegados. A ellos se los identifica por su forma de vestir, porque manejan vehículos grandes y por el dialecto. En este mes llegarían máximo 10”, dice Chauca, quien tampoco recibió a sus cuñados y tíos.
La agricultura en Déleg es incipiente por falta de mano de obra y la economía familiar se sustenta en las remesas que envían los emigrantes radicados en Estados Unidos, principalmente. El año pasado llegaron USD 11,46 millones a ese cantón y el primer semestre de 2020 fueron USD 6,19 millones, según el Banco Central del Ecuador (BCE).
En diciembre se dinamizaban las tiendas, almacenes, transporte y otras actividades. “Con los migrantes, nuestro servicio se movía, porque nos contrataban para carreras dentro y fuera del cantón, ahora no hay nada y nuestra economía está afectada por la pandemia”, dice Luis Avilés, de la Cooperativa de Transporte Déleg.
El concejal Jinno Vidal conoce que los migrantes no llegaron, porque hay quienes están sin trabajo, pasan dificultades de salud o por el temor a los contagios. “40 personas del cantón, entre jóvenes y adultos, fallecieron con el virus en Estados Unidos”.
Pese a esta situación, hay migrantes que hicieron esfuerzos para enviar sus habituales donativos de caramelos para los niños y canastas de víveres, en devoción al Divino Niño. Por ejemplo, la familia Chauca-Quizhpe postergó su viaje, pero donó USD 400 en víveres a la iglesia de Déleg para los necesitados. Cada diciembre, llegaban para entregar -de forma personal- más de 300 canastas.
Pocos migrantes llegan al aeropuerto cuencano y ya no hay los recibimientos con globos y carteles. Foto: Lineida Castillo/ EL COMERCIO.
En Déleg hay 80 migrantes de todas las comunidades que agasajaban en diciembre a 800 familias de la zona rural. Este año no vinieron, sin embargo entregarán 200 canastas.
En el aeropuerto Mariscal La Mar de Cuenca, también, se puede evidenciar la ausencia de los emigrantes. En este mes, las salas de espera estaban abarrotadas de personas que esperaban el arribo de sus familiares. Solían esperarlos con globos y carteles.
Ahora, eso no ocurre debido a los protocolos de bioseguridad y a las medidas restrictivas impuestas por la Corporación Aeroportuaria (Corpac). Es decir, solo el pasajero puede estar en la terminal y sus familiares esperan afuera, para evitar aglomeraciones. Según Juan Pablo Vega, director de la Corpac, pocos familiares esperan en el parqueadero.
En el vuelo de la mañana del viernes arribaron 40 pasajeros, dos eran migrantes provenientes de EE.UU. No quieren hablar con desconocidos por temor al contagio. Ellos fueron recibidos por un solo pariente.
Al recorrer las parroquias cuencanas de Checa y Chiquintad, sus habitantes cuentan historias similares. “Esta vez no llegaron nuestras familias”, dice Lorena Alvarado, de 71 años, desde la ventana de su casa. Ella tiene tres hijos, nietos y hermanos en EE.UU.
La azuaya cuenta que dos hijos están sin trabajo y tienen dificultades económicas. Antes de la pandemia, ella recibía USD 400 al mes para su manutención, pero ahora solo su hija mayor le envía USD 100.
Manuel Cuzco, de 82 años, esperaba a sus cuatro hijos, pero ellos tampoco vendrán por miedo al contagio. Al igual que otros migrantes solían arribar en esta fecha para participar en el tradicional pase del Niño Viajero, hoy suspendido por la Arquidiócesis de Cuenca.
En su reemplazo, el próximo jueves habrá un recorrido por algunas calles de la ciudad, sin público ,y se transmitirá por las redes sociales. “Ellos verán las transmisiones por Internet”, cuenta Cuzco.
En el cantón azuayo de Girón, los migrantes y a su vez priostes del Señor de Girón tampoco llegaron para presidir las fiestas típicas, que culminaron a mediados de noviembre, señala el padre Vicente Zaruma de la Vicaría. No hubo fiestas grandes con música, comida y aglomeraciones como ocurría antes, solo eucaristías con aforo limitado.
“Acompañamos a las familias en nuestro cantón y en Estados Unidos para que no se sientan solos, porque algunos perdieron a sus seres queridos por el virus”, dice Zaruma.
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