El trapiche es un tesoro para los tsáchilas

En las comunas tsáchilas, los trapiches artesanales se utilizan para las moliendas de la caña de azúcar y brebajes. Foto: Juan Carlos Pérez/ EL COMERCIO.

Para obtener el jugo de la caña de azúcar en los trapiches de los tsáchilas se requiere de un gran esfuerzo físico.
Con los mangos de madera, que están a los dos costados de esta herramienta, se debe realizar un movimiento circular de mucha potencia. Tanto es así que Rufino Aguavil se toma cuatro horas al día para sacar 20 litros de la bebida.
En ese mismo tiempo podría recoger 100 litros de agua desde uno de los pozos profundos que hay en su comuna Colorados del Búa. Esto lo explica para describir lo ‘titánico’ que les resulta ejecutar esta tarea que es parte de la cultura ancestral de esta etnia de Santo Domingo de los Tsáchilas.
En las siete comarcas de la nacionalidad, el trapiche es un símbolo que refleja una parte de su identidad milenaria.
En el idioma tsa’fiki, este instrumento es conocido como elampite y es el que les permite hidratarse de un brebaje natural de sabor dulce.
Es incluso uno de los ingredientes esenciales para preparar el malá, una bebida fermentada que resulta de la unión entre el maíz molido con el jugo de caña de azúcar.
La ingesta del malá les permite a los nativos entrar a su cosmovisión y conectarse con sus dioses durante los rituales.
Pero sin el trapiche esto no sería posible, porque constituye un accesorio fundamental para obtener las esencias, dice el chamán Henry Aguavil.
En las comunas, los trapiches se cuidan como un tesoro, debido a que los árboles de donde sale la materia prima para construirlos escasean en el bosque.
El gobernador tsáchila, Javier Aguavil, señala que los trapiches de cada comuna datan de hace 10 años. La mayoría de las veces también son utilizados con fines turísticos para evitar su deterioro.
Ivanna Matamoros conoció de cerca estos instrumentos cuando en agosto pasado visitó la comuna Chigüilpe. Esta esmeraldeña vio en los trapiches una figura parecida a la marimba.
Los cuatro palos de madera, de 1,80 metros de altura, forman un arco en cuya mitad están entrelazados, en forma horizontal, otros troncos de igual medida. Estos llevan talladas unas figuras en forma de equis, que sirven para presionar la caña durante la molienda.
En la parte inferior se colocan los recipientes de mate para acopiar el jugo de caña que cae con cuentagotas. En las moliendas participan todos los tsáchilas, es decir hombres, mujeres y los jóvenes.
Las mujeres se turnan con los hombres tsáchilas para triturar la caña. Durante las visitas de los turistas, los trapiches se emplean para concursos.
Tras una breve explicación sobre el proceso, los visitantes ponen a prueba su resistencia física. Ahí se les dice que los ancestros tsáchilas utilizaban esta pieza para subsistir con las bondades de la naturaleza.
En contexto
Durante la fiesta del Kasama (Nuevo Amanecer) de los tsáchilas se prepara la mayor cantidad de malá para servir a los turistas.
En esa ocasión cada familia elabora 20 litros de la bebida fermentada. Para ello, deben anticipar el uso del trapiche ya que hay solo uno por comuna. La nacionalidad tiene 2 800 integrantes.