Son poco más de las seis de la mañana del último viernes de mayo del 2022. Omari Yeti empieza con su rutina de limpieza y preparación en una pequeña cabaña de madera que alguna vez funcionó como escuela en Toñampare, una comunidad asentada en lo profundo de la Amazonía ecuatoriana, a unos diez minutos a pie del río Curaray. Ella apenas había llegado la tarde anterior a este sitio tras navegar aguas arriba por varias horas.
Para Omari, este día es muy especial: su padre, el sabio y anciano Nange Yeti, recibirá un homenaje póstumo por parte de líderes waorani y miembros de otras nacionalidades. El acto será en la única cancha cubierta que hay en este poblado wao, donde se ha colocado una gran pancarta con la foto de Nange para el acto.
Para los waorani de Pastaza, Toñampare es una comunidad importante. Precisamente a unos metros del sitio donde se realizará el homenaje a Yeti reposan los restos de Dayuma, la gran lideresa que a mediados del siglo XX fue la primera wao en ser contactada por la misión evangélica del Instituto Lingüístico de Verano. Ella también estuvo en el grupo que durante el gobierno de Rodrigo Borja (1988-1992) recibió las escrituras de las tierras donde vivieron por generaciones.
Omari se pone su traje ceremonial con mucho cuidado. Al terminar de pintarse la zona de sus ojos con achiote, se queda por un instante mirando al horizonte por una de las ventanas de la cabaña. Suelta un suspiro con el cual parecería que quiere tomar fuerzas antes de hablar de su padre.
‘Quiero seguir a mi papá’
En Toñempare hay una pista para las avionetas. Allí, como queriendo que aterricen en su memoria los recuerdos que tiene de su padre, se para Omari para hablar de Nange.
A sus 51 años, ella es la mayor de una familia de cinco hermanos vivos y dos fallecidos. Ella vivió muy cerca de su padre, aprendiendo todo lo que podría enseñarle sobre la selva y sus secretos, hasta que murió en diciembre del 2021, a los 66 años, tan solo cinco días después de haber sido designado como dirigente del Consejo Ne Annani Pikenani (Consejo de Sabios) de la Organización Waorani de Pastaza (OWAP).
“Mi padre pensaba que debía conservar el territorio, sin contaminación, sin negocios de petróleo, con ríos sanos, con comida sana”. Así empieza un diálogo con Omari, quien trata de expresar sus sentimientos en el mejor español posible.
Con Nange hablaba siempre en wao-terero. Omari recuerda que él se convirtió en un líder de la comunidad Wawampare, en Pastaza, porque nunca se cansó de caminar por la selva para identificar peligros como la presencia de madereros de balsa o mineros ilegales que amenazaban a sus fuentes de agua. Para Nange la supervivencia de su pueblo solo era posible mediante la unión.
Nange Yeti nació el 9 de octubre de 1955 en el río Kiwaro Toketibe, en la selva amazónica. En su niñez vivió en las comunidades de Daimontaro, Bokapade y Teweno. Luego de casarse y formar su familia se trasladó a Wawampare. En la Amazonía fue profesor intercultural de español, matemáticas y runa kichwa. Tenía un amplio conocimiento de medicina y plantas ancestrales. Apoyó en la autolinderación del territorio Waorani.
“Mi papá pensaba que los waorani debíamos trabajar juntos, no divididos. El dirigente no es solo, sino unidos”, cuenta Omari. Ella sueña con convertirse igualmente en una lideresa que acompañe a los otros jefes de las comunidades de Pastaza; de cierta manera, esta es su manera de perpetuar el legado de su padre.
Una muerte todavía en investigación
El 21 de diciembre del 2021, mientras realizaba un patrullaje en la selva, Nange desapareció. Dos días después, su cuerpo fue hallado. La familia presentó, el 30 de diciembre, una denuncia ante la Unidad de Asuntos Indígenas de la Fiscalía Provincial de Pastaza. La autoridad tardó casi tres meses para ingresar a la comunidad, hacer la exhumación y llevar el cuerpo a la Unidad de Criminalística en Ambato.
A mediados de abril del 2022, el informe fue presentado. Francis Andrade, abogada de la OWAP, explica que el documento reveló que no se reflejan fracturas en los huesos y que existe un pequeño corte en el cuello que se produjo post mortem.
“La causa de muerte fue por sumersión al agua, en otras palabras, por ahogamiento”, señala Andrade.
Para la abogada, todo este procedimiento técnico es de difícil comprensión para una familia waorani. Es por eso que han solicitado a la Fiscalía que los peritos puedan hacer una pedagógica del trabajo que hicieron y de sus resultados.
Andrade sostiene que es fundamental tener este diálogo para que la familia pueda hacer las preguntas respectivas y sentirse aliviada. Todavía están a la espera de una fecha para este encuentro entre el Estado y los waorani. Mientras tanto, la investigación sobre su muerte continúa y la Fiscalía todavía debe resolver cómo se ahogó y en qué circunstancias se dieron los cortes en su cuello.
Nange descansa en su territorio
El pasado 17 de mayo, el cuerpo de Nange regresó a Wawampare. La familia pidió que sus restos regresen a la selva porque, en su cosmovisión, los abuelos se transforman en jaguar luego de morir.
En Toñampare, parada en medio de la pista de avionetas, Omari le dedica una canción a su papá. Es una que él le enseñó cuando era pequeña. No la quiere traducir al español porque es un recuerdo que la quiere para sí misma.