La seguridad de la procesión estuvo garantizada por la presencia de seis lanchas guardacostas de la Armada Nacional. En cada nave viajaron marinos, buzos y paramédicos. Foto: Patricio Ramos/EL COMERCIO
El movimiento de personas en las calles estrechas de Jaramijó, un pueblo de pescadores, en el noroeste de Manta, fue inusual este fin de semana.
Ayer, desde las 07:00, Melani Delgado salió desde su vivienda ubicada en el barrio Honduras, en la zona alta del poblado.
La joven caminaba presurosa junto a tres familiares. Todos calzaban zapatos deportivos y vestían pantalones y camisetas. La ropa debe ser cómoda porque hay que subir primero a una lancha y luego a un barco.
“Vamos a participar de la procesión marítima en honor a los santos Pedro y Pablo”, susurraba Melani, mientras se dirigía a paso firme hacia el muelle pesquero, ubicado en la parte baja del perfil costero de este enclave marino.
Por las calles adoquinadas, el ir y venir de los creyentes de Pedro y Pablo aumentaba especialmente con dirección hacia el muelle pesquero artesanal, que está situado en la parte baja de Jaramijó.
En el ingreso al muelle, la presencia de 50 uniformados de la Armada Nacional obligó a los feligreses a formar filas, antes de dirigirse hacia los muelles flotantes. Desde ese sitio se embarcaron en lanchas de fibra de vidrio en las cuales eran transportados hacia cinco barcos, de casco de madera.
La logística de la Marina se preparó para proteger a menores de edad, mujeres embarazadas y limitar el ingreso de personas en estado etílico.
Los lancheros llevaban entre 10 y 15 personas por viaje hacia los barcos. Uno de ellos es Pablo Rosado. Había llegado de una faena de pesca de 15 días. Quería estar presente en la procesión marítima.
“Estoy un poco cansado pero la fe en mis santos es más grande”, comentó y ayudó a cargar la imagen de Pedro, considerado el santo pescador.
En el barco Juan Daniel, que estaba lleno de feligreses y devotos, fue ubicada la imagen de Pedro. La embarcación acoderada (arrimada) al muelle pesquero facilitó la maniobra de ingreso de la efigie.
La nave Juan Daniel fue adornada para la ocasión. Globos y cintas multicolores colgaban entre la enmarañada red de cables y cabos que cruzan por todos los lados en el barco.
La música no podía faltar. Al son de los acordes de una banda de pueblo, los motores del pesquero Juan Daniel fueron encendidos y empezó la travesía hacia el mar.
Pero primero, había que salir del muelle. Una vez en mar abierto, los barcos y las lanchas emprendieron su viaje hacia Manta, luego Crucita. Navegaron por tres horas y luego retornaron a Jaramijó.
El padre Larry Bowen, párroco de Jaramijó, comentó que las fiestas de Pedro y Pablo son en junio, pero en Jaramijó se celebran desde hace muchos años en agosto. “Una de las razones es que en junio no hay mucha disponibilidad de religiosos”.
El mar es nuestra zona de trabajo, cuando salimos de pesca siempre llevamos en nuestros camarotes de las naves réplicas de los santos Pedro y Pablo. “Ellos nos guían en las faenas de pesca, cada año realizamos está procesión, es un tributo a ellos que nos bendicen cuando estamos de trabajo en el océano”, comentó Fabián López, un pescador de barco.
Después de la procesión, la fiesta prosigue por ocho días en tierra. Los cinco priostes, conocidos aquí como presidentes, caminaron por las calles de Jaramijó junto a sus gabinetes conformados por entre 50 y 120 personas. A esta actividad cultural llegó el presidente del grupo Fortaleza e Identidad Manabita, Alberto Miranda.
El directivo estuvo en la procesión. “Esto es único para los manabitas, es parte de nuestra identidad cultural. Lo bueno es que la costumbre pasa de generación en generación”.
La procesión marítima coincidió con el arribo de un crucero de turistas a Manta. Algunos viajeros se enteraron del acontecimiento cultural, no dudaron y se embarcaron en taxis y llegaron a Jaramijó.
A los esposos José y Mónica Rodríguez, oriundos de México, les fascinó el cortejo en honor a Pedro y Pablo. “En nuestro país hay algo similar, la devoción es lo que mueve a los creyentes”, comentaron.
Después de las 13:00, las embarcaciones eran ubicadas en orden dentro del muelle. Los integrantes de las bandas de pueblo siguieron entonando sus canciones populares por las calles de Jaramijó.
Después de la procesión, las imágenes de los santos son llevadas a la iglesia, en la parte alta del poblado. Ahí permanecerán hasta un día antes de la culminación de los festejos.
Luego, serán sacadas para un recorrido que esta vez se realizará en las calles de Jaramijó. En esa caminata participan los priostes, sus gabinetes y creyentes que llegan, incluso, de cantones vecinos.
En contexto
Los pescadores manabitas mantienen viva la tradición de venerar a los santos Pedro y Pablo. La celebración incluye caminatas, bailes populares y una variada gastronomía. También se desarrollan procesiones en el mar frente a Crucita, Machalilla y Manta.