José Manuel Conejo aprendió de sus padres a combinar los cultivos. Con la pala en las manos, este indígena kichwa remueve la mala yerba y acomoda las plantas de fréjol y maíz para que crezcan parejas. Este sistema se llama asociación de cultivos.No entiende de agronomía, pero dice que sembrar de esa manera mejora el suelo y se tienen buenas cosechas.En su pequeña comuna rural La Bolsa, en Otavalo (Imbabura), la asociación de cultivos se practica desde hace más de 500 años. A la vera de los caminos estrechos y polvorientos, los sembradíos de maíz se pierden a la vista. Conejo es propietario de tres hectáreas. Paradójicamente, el riego no abunda y la dependencia de la lluvia es casi total. Conejo se involucró hace un año con el Centro de Estudios Pluriculturales. Los técnicos le enseñaron sobre la asociación de cultivos, cómo hacer las zanjas en torno a los sembradíos para evitar el anegamiento por las lluvias, abonos orgánicos, entre otros.Aprendió, por ejemplo, que debe sembrar maíz con fréjol porque este grano produce nitrógeno en los nódulos de su raíz. El maíz consume ese nitrógeno y le ayuda a producir las hojas y a mantener la coloración verde. Ambas plantas se complementan y crean una buena resistencia a las plagas. Pero Conejo no se conforma con esta asociación de plantas. También cultiva poroto, quinua, haba, chochos, zapallo, oca y zanahoria blanca o arracacha en medio o alrededor de los sembradíos de maíz. Esa combinación, según sus explicaciones, ahuyenta a las plagas, insectos dañinos y animales. Además, da sombra que inhibe el crecimiento de la mala yerba.Conejo dice que se alimenta sanamente con los productos de sus ‘chacras’. No utiliza agroquímicos. Abona con los desechos de las gallinas, vacas, cerdos y cuyes.