Los pobladores de Píllaro salieron a las calles, el 30 de julio, para disfrutar de la “Pamplonada’ que hace correr por las vías a cuarenta toros bravos para cerrar las fiestas de la localidad. Foto: EFE
La ‘Pamplonada‘ hace correr por las calles a cuarenta toros bravos para cerrar las fiestas de Píllaro, una pequeña y laboriosa ciudad de los Andes de Ecuador, donde también habitan los diablos, que en enero salen a bailar por el año nuevo.
Ahora Píllaro, lejos de los diablos, celebra su aniversario como cantón (jurisdicción) de la provincia de Tungurahua, en el centro andino del país, y su mayor festejo es la ‘Pamplonada’, por la similitud con Pamplona (España), aunque sin cabestros ni chupinazo.
El encierro recorrió la calle principal del centro de la ciudad, acompañado de valientes jóvenes que, a la carrera, condujeron a los toros hasta una plaza artesanal construida a unas quince cuadras de distancia.
La corrida
Los toros que este año participaron en la carrera llegaron de la hacienda de Sarabia, “bravos, de casta”, que al final no irán al ruedo para morir, pues luego volverán al páramo, a su terruño, contó a Efe el alcalde de Píllaro, Patricio Sarabia.
Los toros se embarcan en el sector de Calamaca, en la parroquia San Fernando, cerca de Píllaro, en camiones que los trasladan hasta las afueras de la localidad, donde comienza el recorrido.
Previamente, las calles transversales fueron taponadas para proteger a los visitantes y conducir a los astados por la avenida principal, “totalmente recta”.
Camionetas, barreras y todo lo necesario se colocó en las bocacalles para dirigir el recorrido de los toros que, desde el encierro salen uno por uno hasta la plaza, donde a algunos les torean espontáneos.
“La gente se aposta en los balcones de las casas, en las camionetas, detrás de las barreras y aprovechan todo el lugar a la espera del paso de los toros”, comentó Sarabia.
Los animales salen en seguidilla con un intervalo de unos 80 metros y los jóvenes los esperan, ya sea para correr o para demostrar alguna destreza con capotes. “Puede parecer peligroso, pero la gente de acá es hábil y ágil, y nunca ha habido ninguna desgracia”, señaló el edil para asegurar que en las quince cuadras del recorrido se vive un ambiente de “tensión”, pero también de “fiesta” en las dos horas que dura la carrera.
Los toros llegan a la plaza y enseguida son nuevamente subidos a los camiones que los esperan para devolverlos al campo.
En Píllaro no se realizan corridas de toros con muerte del animal, “solo hay toros de pueblo” para los “cuarenta muchachos que se atreven a torearlos en el mismo ruedo”.
“Este es un toro bravo andino de casta, así se le puede llamar”, señaló Sarabia, que en estas fechas también se dedica a organizar los otros festejos de Píllaro que incluyen verbenas, actos culturales y religiosos.
El Alcalde espera que lleguen a Píllaro unos 10 000 turistas y a muchos de ellos les invita a volver en los primeros días de enero para que asistan a la ‘Diablada’, un festival de danzantes ataviados con laboriosas caretas de diablos, muy parecido al carnaval de Oruro (Bolivia), para dar la bienvenida al nuevo año.