Los fruticultores de Imbabura apuntan a la exportación

La cosecha está destinada al mercado local y las cadenas nacionales de alimentos. Fotos: Francisco Espinoza para EL COMERCIO

Los frutos de aguacate, mango, durazno, claudia, fresa, uvilla, entre otros, tiñeron de colores los campos de Imbabura, en la última década.
Con una extensión aproximada de 4 500 hectáreas (ha), la ‘Provincia de los Lagos’ es hoy uno de los principales huertos de frutales del país.
Según Wilson Escobar, técnico del Ministerio de Agricultura, esta producción ha ido creciendo vertiginosamente y desplazando incluso a cultivos tradicionales de la zona, como el maíz (que tiene 5 800 ha sembradas) y el fréjol (2 583 ha).
Mientras camina entre arbustos con las ramas colgadas por duraznos de color amarillo, Arnulfo Armas, productor de Pimampiro, explica que el cambio de sembríos lo determinó el mercado.
Él recuerda que antes en este cantón imbabureño se cultivaba básicamente tomate riñón. Sin embargo, el precio de la caja de 12 kilos fluctúa entre USD 3 y 15. Eso desanimó a muchos campesinos quienes optaron por los denominados frutales perennes, que generan mejores ingresos y porque sus precios son más estables.
El 15 de febrero del 2018, por ejemplo, la gaveta de duraznos de primera calidad (de 20 kilos) se vendía a USD 20. La de segunda a 18 y la de tercera a 16.
Armas produce además mango, naranja, mandarina y aguacate, en un predio familiar de 24 ha. En los terrenos aledaños al valle del Chota, entre tanto, florece la tuna, el pepino y la sandía.
Los variados pisos climáticos de la provincia garantizan una diversa producción frutícola. Esa es otra ventaja, comenta Escobar.
Otro convencido de que el futuro del país está en los frutales es Marcelo Reinoso, presidente de la Federación de Fruticultores del Norte.
Reinoso cree que la producción de frutas de la Sierra norte ya se puede comparar con la de Tungurahua. Agrega que el éxito está en el buen manejo de huertos y en la asociatividad, que les permitirá cubrir la demanda de alimentos como el aguacate de la variedad hass, que tiene un mercado muy dinámico en otros países.
A escala nacional hay 6 700 ha sembradas de árboles de aguacate. De ellas, 3 000 están en Imbabura y Carchi.
Pese al potencial del aguacate, los agricultores de la región aseguran que aún no pueden atender todos los pedidos. Jorge Altuna, titular de Corpoaguacate, organización que promueve el cultivo de la fruta con miras a la exportación, dice que hay solicitudes de entre dos y tres contenedores semanales, por cliente.
En la Sierra norte hay más huertos donde se cultiva la variedad fuerte, que tiene más acogida local que el hass. Aunque estos frutos no poseen resistencia para los viajes .
Pese a todo, el año anterior se exportaron 50 toneladas de aguacate procedentes de Pichincha, Imbabura y Carchi, asegura Altuna. “Se enviaron entre 3 000 y 4 000 kilos, desde la Sierra. De las plantaciones de la Costa se remitieron 300 toneladas”.
En el afán de mejorar la producción, Corpoaguacate y Globalforum están organizando un seminario internacional sobre cultivo y exportación. La cita será el 23 de febrero del 2018, en Ibarra.
Sebastián Muñoz, de Globalforum, indica que se escogió a Imbabura por ser una nueva cantera de esta fruta. También informó que han sido invitados especialistas de Perú y Colombia.
Ambos países precisamente dominan el mercado mundial.Pero, mientras el aguacate es un producto endémico, el mango y el durazno están considerados cultivos innovadores en la Sierra Norte.
Luis Vallejo, administrador de la Asociación de Productores Agropecuarios del valle del Chota (Asoprovalle), dice que todo comenzó hace 15 años. Una organización trajo plantas de la región Litoral, para experimentar. El clima cálido y la tierra fértil dio resultados satisfactorios.
Actualmente, hay 300 ha sembradas de mango de la variedad Tomy Atkin. A diferencia de la Costa, donde se cosecha entre octubre y enero, en los márgenes del río Chota hay esta fruta durante todo el año.
Cuando baja la producción en la provincias costeras, se envía el mango desde las fincas de Imbabura y Carchi para todo el país. También atienden los requerimientos de cadenas comerciales nacionales y de Colombia.
Wilson Escobar resalta que las nuevas dinámicas en cuanto a la producción de fruta en la región han permitido desarrollar espacios de organización y tecnología propia.
Uno de ellos es la llamada Mesa Biprovincial de Fruticultores de Imbabura y Carchi, que congrega a productores, técnicos y autoridades. Pero aún falta mucho que hacer, como ofrecer líneas de crédito preferenciales, considera Reinoso.
También explica que hay un potencial en las frutas exóticas que posee el país.
En tanto, los productores siguen trabajando. En este sentido, organizaciones como Asoprovalle están construyendo un local para agrupar la producción. Pero, a mediano plazo, proyectan transformar a la fruta en pulpa y jugos con una marca propia.