En las tierras altas de Chimborazo y Cotopaxi, el deshielo de los glaciares transformó la vida de las comunidades que dependen del agua. El flujo de líquido que antes abastecía a sus campos disminuyó obligando a las comunidades a buscar soluciones. Entre ellas: bajar el ganado de los páramos para reducir el impacto sobre las zonas de recarga hídrica. También adoptaron sistemas de riego por goteo para optimizar el uso del agua disponible. Los agricultores, quienes dependen de fuentes naturales, se ven afectados por los constantes cambios en los patrones climáticos.
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El impacto del deshielo: cifras negativas
Ecuador perdió 62% de superficie glaciar en casi 60 años. Así lo señala Bolívar Cáceres, responsable del Programa de Glaciares del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi). Cáceres advierte que, aunque es imposible revertir la pérdida de glaciares, la humanidad debe tomar medidas de adaptación y usar el agua de manera racional. Aunque hay picos en que las condiciones climáticas favorecen la acumulación de hielo, como ocurrió en el Antisana entre 2008 y 2010, esto es temporal. Al final el balance general es negativo, enfatiza.
Por otra parte, la Serie de Mapas de Superficie del Glaciar, de la Iniciativa MapBiomas Ecuador también proporciona datos alarmantes. Desde 1985, los glaciares del país registran una drástica reducción en su tamaño. El Cayambe, Cotopaxi, Antisana, Altar y Chimborazo perdieron, entre 31% y 38% de su superficie glaciar, entre 1985 y 2023. El glaciar del Carihuairazo desapareció completamente en 2024, mientras que el Iliniza Sur ha visto una reducción del 81,2% (Más en cuadro interactivo).
En términos absolutos, Cáceres explica que la superficie glaciar del país pasó de 92 km², en 1980 a 37 km², en 2023. Últimos datos disponibles.
El papel de los glaciares en la sostenibilidad hídrica
Homero Paltán, especialista en riesgos de agua y clima de la Universidad de Oxford, resalta la importancia de los glaciares en el almacenamiento y distribución de agua. Durante la temporada de lluvias, los glaciares almacenan agua en forma de hielo, y durante la estación seca, liberan ese recurso lentamente, lo que asegura el suministro de agua en ciudades como Quito y comunidades rurales de los Andes. Este proceso es vital para la agricultura y la generación hidroeléctrica, sectores que dependen directamente del caudal de los ríos alimentados por el deshielo. La pérdida de glaciares también afecta a cuencas fluviales más amplias, como las del río Esmeraldas y el Guayas
Resalta, además, la variabilidad en el suministro de agua, ya que el cambio climático provoca cambios en los patrones de deshielo, lo que podría causar escasez e inundaciones en diferentes momentos del año.
Desde una perspectiva económica, Paltán advierte que, aunque no existen estudios actualizados sobre los impactos financieros de la pérdida de glaciares se estima que la generación hidroeléctrica podría reducirse entre un 10% y un 20% en las próximas décadas si el retroceso glaciar continúa al ritmo actual. Esto no solo impactaría la capacidad de generación de energía, sino que podría agravar la escasez de agua en épocas de sequía, afectando a hogares e industria.
Por otro lado, los datos de MapBiomas Agua revelan una disminución significativa de cuerpos de agua en las regiones afectadas. En la Sierra, se registra una reducción del 68,71% en cuerpos hídricos desde 1985, mientras que en la Amazonía la disminución es del 16,52%. Aunque estos cambios no son exclusivamente producto del deshielo, se estima que hay una correlación significativa entre la pérdida de glaciares y la reducción de cuerpos de agua.
El andinista Iván Vallejo, en una zona afectada por el deshielo, en el Cayambe. Foto: Archivo El Comercio
Menos agua y desafíos para la agricultura
Cuando un glaciar disminuye de tamaño hay erosión del suelo, escasez de agua y esto es exacerbado por los cambios en el clima abruptos, de altas temperaturas y constantes o lluvias repentinas e intensas. Esto hace que el proceso natural de los glaciares no pueda completarse con normalidad y por eso empiezan a retroceder o a desaparecer. Así describe el impacto del deshielo, Karina Salinas, coordinadora de la Unidad de Gestión de la Adaptación al Cambio Climático del Ministerio del Ambiente.
Al reducirse el caudal de los ríos, que abastecían los sistemas de riego agrícola, se altera el equilibrio hídrico en páramos. En consecuencia, las comunidades de la Sierra Central, que dependen de las fuentes de agua, ven cómo la falta de recursos afecta la productividad de sus cosechas y sus medios de vida.
La reducción en la disponibilidad de agua obliga a optimizar su uso mediante sistemas de riego más eficientes, como el riego por goteo. Además, se implementan prácticas como bajar el ganado de los páramos para evitar que estos ecosistemas sensibles se degraden y así asegurar la recarga hídrica. También se redujo el uso de agroquímicos para no contaminar las fuentes de agua. Estas medidas de adaptación se está haciendo en en la Reserva Cayambe Coca.
En Guangaje, Cotopaxi, en cambio, los agricultores se capacitaron para implementar parcelas, de papa súperchola; manejo integrado de plagas. Con la comunidad de Chuchilán se trabajó con la FAO para la certificación grupal orgánica del chocho.
En varios cantones del Chimborazo es en donde más se ha trabajado con un proceso de conservación y restauración de la zona de recarga hídrica.
Lo que falta por hacer frente al deshielo en Ecuador
El futuro de las comunidades ecuatorianas que dependen de los glaciares es incierto. Según Karina Salinas, los esfuerzos se centran en promover prácticas agrícolas sostenibles para ayudar a las comunidades a adaptarse a la nueva realidad climática. La pérdida de glaciares es irreversible, por lo que es necesario mitigar los efectos, asegurar el acceso al agua y fortalecer la soberanía alimentaria.
El trabajo también se enfoca en mejorar la gobernanza local, fortaleciendo las juntas de agua y promoviendo la investigación aplicada con la colaboración de la academia. Salinas resalta la necesidad de levantar más datos sobre las comunidades afectadas y los ecosistemas en riesgo para tomar decisiones informadas y aplicar acciones específicas de conservación y adaptación al cambio climático.
Homero Paltán enfatiza la importancia de adaptar las infraestructuras, como reservorios y sistemas de riego, para almacenar agua y gestionar su uso de manera más eficiente. También destaca la necesidad de contar con instituciones sólidas para coordinar políticas y resolver conflictos en torno al agua. Ejemplos exitosos de adaptación en Perú y Bolivia, como los sistemas de alerta temprana por deshielos y la construcción de embalses en zonas rurales, pueden tomarse en cuenta.
Wagner Holguín, coordinador de MapBiomas Ecuador, recomienda mapear no solo glaciares sino también nevadas. Aunque las nevadas sobre la cordillera no son frecuentes en Ecuador, cree que podrían alterar los datos correspondientes al hielo. Además, plantea la necesidad de validar los datos generados con MapBiomas mediante imágenes de alta resolución y campañas de monitoreo en las montañas.
El acuerdo de París, los glaciares y la retirada de EE.UU.
El Acuerdo de París (2015) busca limitar el calentamiento global a “muy por debajo de 2°C” y hacer esfuerzos para no superar 1.5°C respecto a niveles preindustriales. Esta cifra fue establecida como umbral crítico para evitar impactos irreversibles, como el colapso de glaciares. Se proyecta que las pérdidas anuales de volumen glaciar podrían aumentar hasta un 70% para 2035, en todo el mundo.
Incluso, con un calentamiento de 1.5°C, los glaciares tropicales como los de Ecuador, se proyecta que perderán el 30-50% de su masa para 2100. La ventana para evitar esto sigue abierta, pero se estrecha rápidamente: según la ONU, las emisiones deben reducirse 45% para 2030 y llegar a cero neto en 2050.
En este contexto, la retirada de EE.UU. del Acuerdo de París no implica su fracaso total, pero reduce la viabilidad de limitar el calentamiento a 1.5°C. Dos factores a considerar: EE.UU. es el segundo mayor emisor de CO₂ (15% global). Sin su participación, las reducciones globales serán más lentas, acelerando el deshielo. EE.UU. aportaba el 20% del presupuesto climático de la ONU. En consecuencia, su retirada debilita fondos para adaptación en países con glaciares, como los andinos.