La naturaleza en el sureste de Manabí presenta un espectáculo pintoresco. Se trata del florecimiento de los ceibos.
Cada año y por 15 días estos gigantes que dominan los valles de Sancán, Quimís y Membrillal botan sus hojas verdes y dan paso a la floración, que durará hasta este fin de semana.
Cerrito Mirador, un recinto en el noroeste de Jipijapa, es una zona de ceibos, pues están en el bosque seco tropical. Entre los tres valles hay 15 000 hectáreas de ceibos.
Cerrito Mirador tiene caminos de lastre, que serpentean las amplias parcelas de maíz que no crecieron, debido a la escasez de lluvias.
En Cerrito Mirador, en medio de tres centenarios ceibos, está la casa de Teodoro Reyes. Este agricultor recoge las flores que caen de los ceibos y las acumula en recipientes plásticos, para dar de comer al ganado.
El apego de Reyes por los ceibos es tal, que hasta les puso nombres: Fabián, Cristiano y José. “Son machos, tenía que ponerles nombres de varones; ellos hacen que el suelo esté abonado después de que sueltan sus hojas y flores”.
El florecimiento atrae a turistas locales, en especial. El feriado de Semana Santa fue aprovechado por los habitantes de Cerrito Mirador y 15 poblados aledaños para promocionar este acontecimiento natural al filo de la vía que conduce a Guayaquil y Portoviejo.
Carolina Cedeño, estudiante universitaria, llegó junto a su tía. “Nos llamó la atención el manto rojizo que cubre a los ceibos, no tienen sus hojas verdes. Hicimos un alto en nuestro viaje a Manta y nos detuvimos, valió la pena, es único”.
Los habitantes de los tres valles aseguran que la floración de este año es atípica.
Manuel Murillo, del sitio Quimís, dice que los ceibos atraen los enjambres de abejas que llegan por el néctar de las flores. Dejaron su miel silvestre que ahora es recogida por los lugareños, quienes la venden al filo de la carretera. “Hoy tenemos más ceibos florecidos que en los últimos 10 años, creo que es porque la estación invernal registró esporádicas lluvias y eso hace que los ceibos suelten más rápido sus hojas y den paso al botón rojo aterciopelado, el cual se abre y deja al descubierto la flor blanca”, dice Murillo.
El ciclo de floración del ceibo influye en los suelos de su hábitat. El biólogo manabita, Johnny Muentes, explica que la caída de las hojas, luego los botones y las flores -después de descomponerse- se convierten en abono natural.
Para Muentes la floración es un proceso natural, que permite que las abejas cumplan con su ciclo, pues encuentran abundantes fuentes de polen. “Todo tiene que ser a la carrera, 15 días de florecimiento y luego nacerá el bototo (mazorca), que ofrecerá el fruto codiciado ancestralmente: el algodón“.
E l ceibo es tan esencial, dice Muentes, que sus raíces tablares sobresalen del suelo y ayudan a la estabilización y control de la erosión. Si están cerca a fuentes de agua, ayudan a la regulación hidrológica, pues almacena el líquido en su tronco en época de lluvias y la filtra en etapa de sequía; eso permite conservar activo el suelo.
La investigadora e historiadora de temas ancestrales de Manabí, Libertad Regalado, cuenta que estos “gigantes de la flora manabita” son para esta región lo que los camellos al desierto. Ella los ha estudiado durante 25 años. “Los ceibos almacenan agua en sus espaciosos troncos, cuando termina la estación lluviosa sueltan las hojas, es para no perder líquido y luego sigue su proceso natural, con la floración y nacimiento del bototo“.
En Manabí, agrega Regalado, el ceibo es tan ancestral que su lana ya era utilizada por los aborígenes para elaborar artículos que servían para los momentos de descanso, según cuentan cronistas. Hay ceibos en Manabí que datan de hace más de 400 años, indica.
En contexto. Los agricultores de los valles de Sancán, Quimís y Membrillal, en el cantón Jipijapa, recogen el algodón de los ceibos para la elaboración de prendas de vestir, rellenar colchones y para artículos de uso doméstico. Tras la etapa de floración saldrá el fruto.