Una camioneta se convirtió en altar y guió los pasos de los cerca de 3 000 fieles católicos. Con devoción, jóvenes, adultos, ancianos y niños caminaron casi 2 kilómetros de la vía Guayaquil – Salinas, rumbo al santuario del Señor de la Divina Misericordia.
El intenso sol de la mañana de ayer, 27 de abril, destelló sobre las imágenes enmarcadas de los papas Juan Pablo II y Juan XXIII, a las que siguieron los creyentes en el sofocante trayecto, a una temperatura de 32 °C.
Sus cánticos se fundieron con plegarias de agradecimiento por las canonizaciones de Angelo Roncalli, el ‘Papa bueno’, y Karol Wojtyla, el ‘Papa viajero’.
Un rosario en el pecho acompañó a Bertha Lema. “Confío en su santidad. Son un ejemplo para nuestras vidas”, dijo con notoria devoción.
La peregrinación acabó en una misa campal que reunió a unas 8 000 almas en el santuario, en el kilómetro 26 de la vía a la Costa. Sus 248 bancas no dieron abasto a esta gran manifestación de fe.
Recibieron con júbilo este segundo domingo de Pascua, instaurado por Juan Pablo II como el día del Señor de la Divina Misericordia.
Monseñor Antonio Arregui, arzobispo de Guayaquil, motivó a los fieles a vivir con regocijo esta doble santificación, que deja un mensaje de entrega a Dios. “Son papas completamente suyos y a la vez completamente nuestros”, reflexionó durante la eucaristía.
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En Cuenca, flores, velas y cirios fueron colocadas como ofrenda a los pies de la imagen de Juan Pablo II, el ahora santo que custodia el ingreso de la Catedral de la Inmaculada. Allí, decenas de fieles rogaron por su salud y trabajo.
La hoja dominical de los templos de Cuenca resumió la visita del santo polaco a esta ciudad, el 31 de enero de 1985. Ese día celebró una misa en el templete de Miraflores, visitó la antigua casa del Hermano Miguel y esta Catedral.
Ahora es venerado en estampillas con su rostro sonriente, que comenzaron a vender desde el fin de semana.
El sacerdote Guillermo Andrade pidió a la Iglesia seguir el mandato misionero, tomando el testimonio de los papas como ejemplo. Y para continuar con los festejos de agradecimiento, hoy, a las 19:00, monseñor Luis Gerardo Cabrera dirige una misa en el templo principal de la capital azuaya.
En la Catedral Metropolitana de Guayaquil, dos cuadros de los nuevos santos adornaron el altar de mármol. Con pisadas de fe, Elsa Lucas desafió la seguridad y subió las escalinatas para santiguarse frente a ellos.
“Son un ejemplo de humildad. El Señor de la Divina Misericordia nos ha bendecido hoy con el ‘Papa bueno’, Juan XXIII; y el papa Juan Pablo II, quien recorrió 11 000 millones de kilómetros, se dio la vuelta a la Tierra tres veces para llevar el mensaje de Dios”, dijo emocionado durante la homilía el padre Rómulo Aguilar, rector del templo. “No fueron simples hombres”, finalizó.
Estas palabras conmovieron a Rosario Ayala. Sus lágrimas cayeron en un cuadro de Juan Pablo II, que nunca soltó de sus brazos. “Le pedí salud y me la dio”, dijo mientras aguardaba el final de la misa para recibir unas gotas de agua bendita.
En este templo las plegarias y rezos a los nuevos santos fueron continuos. Desde las 23:00 del sábado se convirtió en una réplica de la plaza de San Pedro, en el Vaticano. La iglesia se llenó con los integrantes del Movimiento Cristiano Juan XXIII.
Con afiches coloridos y gritos de gozo, hicieron una vigilia para ver en directo, a través de grandes pantallas, la ceremonia que dirigió el papa Francisco.
Con un rosario entre sus manos, Aurora Aguirre alabó la canonización de su patrono. Angelo Giuseppe Roncalli convocó el Concilio Vaticano II, en 1959, un pilar para acercar al catolicismo al mundo del siglo XX. Para Aguirre, ese es y será su más grande milagro.